PARIS, Francia. Por primera vez en más de un siglo de historia, el premio Nobel de la Paz fue concedido a una mujer musulmana, la jurista iraní Shirin Ebadi, por su labor a favor de la democracia y los derechos humanos en su país, y en particular por su defensa de los derechos de las mujeres y los niños. Ebadi, de 56 años, fue distinguida entre un número récord de candidatos (165) entre los que se incluía al Papa Juan Pablo II.
El Islam no es incompatible con los derechos humanos, aseguró la abogada en París, donde le sorprendió la noticia del premio, y añadió que una de las cosas que más le chocan es que se justifiquen los abusos y violaciones de los derechos humanos amparándose en esa religión. Interrogada sobre la reforma más urgente en Irán, citó la libertad de expresión y reclamó la liberación de todos los presos por delitos de opinión.
Este premio es bueno para mí, porque significa que voy por buen camino y me da valor para continuar mi combate, pero también es bueno para los derechos humanos y para la democracia en Irán, se alegró Ebadi.
De pequeña estatura y temple evidente, cabello corto y nada de velos, ligeramente maquillada y vestida sobriamente de negro, compareció ante decenas de periodistas de todo el mundo en la sede de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH).
La decisión del Comité fue aplaudida unánimemente en todo el mundo, y la única voz discordante fue la de otro Nobel de la Paz, el polaco Lech Walesa, quien no supo ocultar su decepción por el hecho de que Juan Pablo II no fuera premiado.

