Hay muchos comentarios, en los medios y las redes sociales, de panameños que satanizan a panameños, como si fuera contra natura generar desechos. Como siempre, acogiendo posturas extremistas, iracundas e hipócritas hacia nosotros mismos.
Generar desechos, aún más en nuestra condición depredadora, es inherente a la vida. Sin embargo, el problema de la basura del panameño corriente, de las constructoras inescrupulosas y de la apatía de nuestras autoridades, tiene mucho en común con la falta de responsabilidad sobre nuestras propias acciones (u omisiones).
Léase, dejar que el país se llene de basura, equivale a permitir que los políticos y poderosos hagan lo que les dé la gana con él. Regar basura “por allí”, se reduce a que nos hemos acostumbrado, no solo a ser irresponsables con los desechos propios, sino a echárselos a otros encima.
No queremos responsabilizarnos de nuestros actos. Luego, si no somos responsables de lo que hacemos (u omitimos) ¿cómo responsabilizarnos de la basura que generamos? La acumulación de esta en un lugar, es sinónimo del grado de conciencia social de sus lugareños. Por eso, en Panamá usted podrá pasearse en ciertas áreas pobres o pudientes bajo la misma pestilencia. De igual forma, usted verá inundaciones en áreas pobres o ricas, porque sin que importe la clase social no nos comprometemos con lo que hacemos, ni con su efecto residual.
E igual pasa con el tránsito. Las autoridades no se hacen responsables ni mucho menos los que manejan, y los tranques se vuelven infinitos.
Vivimos en un país en donde nada ni nadie circula, ni la basura ni las aguas ni los vehículos ni el pueblo… Porque, como sociedad, siempre esperamos a que algún otro se manifieste primero, para entonces parasitar o destruir.
Así cedemos nuestro protagonismo a políticos y poderosos mal intencionados. La pérdida de representatividad popular en la democracia, se inicia por la inacción en la vida social. No tenemos la suficiente visión patria, como para entender que con esa actitud hacemos nuestra existencia cómodamente insufrible, y condenamos a las próximas generaciones.
Hacernos responsables de nuestros actos, no es culpar ni compararnos con los demás, como se ha querido plantear, alegando que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos son más corruptos que el nuestro.
¿Acaso con ese tipo de razonamiento dejaremos de serlo? ¿O un carterista deja de ser ladrón, porque los políticos cometan peculado?
Un país no se edifica legalizando la indecencia, por más líneas del Metro, edificios y autopistas que se construyan. Esa es la razón por la que las principales economías del mundo no pueden erradicar el desempleo y la miseria en sus propios países. Porque ese tipo de administración pública es tóxica, y genera más daños que mejores empleos.
Los panameños debemos detener esto. Ya hemos visto cómo desde el extranjero han venido revolviéndonos las tripas las político-económicas, y el pueblo sigue como si nada. Como si el único modelo de justicia que funcionara en Panamá, fuera el del tío Sam, porque nosotros mismos somos incapaces de lidiar con nuestra propia basura, o dicho de otra forma, hacernos responsables de nuestros propios actos.