Nuevamente un personero de la embajada norteamericana irrespeta groseramente a un alto funcionario del Estado panameño. Esta vez a un miembro de la Corte Suprema de Justicia que -vale recordar- cuando fue premier complació las "solicitudes" del Gobierno gringo con acuerdos secretos que hoy les permitan actuar en Panamá, como en antaño: como si fuesen soberanos. El embajador Eaton inaugura así su gestión diplomática, ya no tanteando el terreno, sino actuando a profundidad y violando, como su predecesora, los más elementales principios del respeto y del decoro de lo que debe ser una misión diplomática.
El Gobierno de Estados Unidos confirma así su disposición de seguir siendo garante de la ética y de la moral del planeta, los paladines de la justicia y los censores de comportamientos humanos y de Gobiernos en el mundo, sin que a nadie se le haya ocurrido darle ese mandato. Si sus acciones y expedientes fueran acrisolados se pudiera entender que la pretensión, al menos, podría ser válida; pero precisamente en estos momentos en ese país hay conatos de nuevas tormentas, esta vez políticas, precisamente porque la transparencia ha estado ausente en los actos del gobierno de Mr. Bush y en la propia sociedad norteamericana. Baste señalar, por ahora, el descarado robo de elecciones, estafas millonarias a fondos de pensionados, falsificaciones de estados financieros de banqueros y de altos ejecutivos para robar dineros a humildes ciudadanos y las mentiras que inventaron para invadir a Irak y tomarse su petróleo, para llegar a la conclusión de que están descalificados en sus pretensiones misioneras de adecentamiento. Primero deben arreglar su casa, antes de meterse en problemas ajenos.
Los gringos -como decía el general Torrijos- no quieren amigos sino lambones; y en los últimos años, precisamente, esa ha sido la tónica de los dos gobiernos: la lambonería, la que permite que nos pierdan el respeto y que actúen dentro de nuestro país como si estuviese en el de ellos. Si la intención es impedir que el Dr. Spadafora pise territorio norteamericano, están en su derecho. Lo que resulta intolerable es que con el nuevo irrespeto agreguen, coaligadamente, gasolina al fuego de la crisis que quieren crear las lindas cheers de Roberto Eisennman; porque la acusación que hace el personero gringo obliga a que el Dr. Spadafora, por elemental principio de limpiar su nombre y evitar nuevas sacudidas al país, pida aclaración a través del Gobierno Nacional, que pareciera estar tomando la vía de Pilatos, al Gobierno norteamericano.
O, en todo caso, a que Mr. Eaton, también por oficio, dé la cara y entregue las razones de la acusación, para que no quede como las bellas animadoras mencionadas, que no presentaron pruebas en la cámara de diputados, aunque sí los agregaron al expediente de la agitación, para continuar sus cruzadas. De la misma manera actuó Mr. Eisennman cuando señaló lo que era verdad de Perogrullo, que el gobierno arnulfista, del que fue asesor, estaba lleno de maleantes, pero sin dar los nombres ni mencionar las "maleantadas". Los personajes de esta trama usan la misma treta: cobardemente tiran la piedra y esconden las manos.
Por la salud del país el sainete debe terminar. Es hora ya de que el presidente Torrijos, a través del canciller, detenga firmemente la felonía gringa y exija una pronta aclaración del Gobierno de Estados Unidos; y si estos llegasen a presentar pruebas que incriminen al Dr. Spadafora, que señalen en qué actuó al margen de la ley, entonces que siga lo que legalmente procede; el mismo Dr. Spadafora lo ha solicitado. Pero de no presentar pruebas, de mantener la manida actitud de acusar y no acompañar las acusaciones con las mismas, el Gobierno Nacional debe declarar non grato al personero gringo y solicitar su inmediata salida del país. Igual firmeza habrá que tomar con los irresponsables agitadores internos que asumen las mismas prácticas.
Razones le acuden a quienes sostienen que en las acusaciones contra el Dr. Spadafora hay intenciones inconfesas. Comparado con la corrupción de los escandalosos casos del CEMIS, Panamá Ports y, últimamente, con el trasiego de cocaína descubierto, que costó el cargo a dos periodistas y a la directora de un medio escrito, y que raramente no son temas de interés ni para Transparencia ni para a quienes iba dirigida la droga, es decir para los gringos, el caso del Dr. Spadafora resulta ser "chicha de piña"; porque si de verdad estuviesen preocupados por la decencia nacional, esos serían los temas a tratar; temas que por demás conocen de sobra. Pero el objetivo no es acabar con la democracia panameña; lo que persiguen es incrementar la lambonería, pues ella ha dado buenos frutos a los intereses gringos. Mejor es chantajear con cosas menores las debilidades, como han hecho con los dos últimos gobiernos; así obtendrán más fácilmente mayores concesiones a favor de los objetivos que verdaderamente persiguen, y que nada tienen que ver con la ética y ni con el decoro nacional. ¡Basta ya de hipocresías!
