Pensar en el país, a largo plazo...

Escritos que he leído accidentalmente en los últimos días me han hecho retomar un asunto central, que debería estar en la mente de nuestros así llamados "dirigentes", tanto del Gobierno como de la oposición. Más allá de las menudencias y mezquindades de la polítiquería común y de nuestra realidad, tan plagada de urgencias y procrastinaciones, está el hecho de que tenemos que comenzar a ver más allá de nuestras narices y pensar a largo plazo. Debemos analizar nuestra realidad e identificar una visión integral del país expectante, si es que, en efecto, queremos llegar allí (al futuro) en las mejores condiciones posibles.

Panamá se aboca a grandes disyuntivas. Pronto deberá tomar una decisión fundamental de naturaleza muy compleja y de consecuencias muy graves en el ámbito financiero, socioeconómico, ambiental y tecnocientífico: la ampliación del Canal. No hemos tenido aún ni el asomo de un debate informado, serio e integral respecto al tema. Ya deberíamos afrontar con suficiente responsabilidad el desarrollo de algunas áreas de oportunidad evidentes (el sector marítimo-portuario y de servicios conexos; el turismo y sus componentes de valores ambientales y culturales; la nueva agricultura basada en la biotecnología; etc.) en donde el peso de la incorporación de avances de la tecnología y de la ciencia es obvio. Tampoco ha habido nada de esto.

Ya es hora de que definamos una estrategia nacional para no ser dejados fuera del fluido entorno global. Para ello, Panamá debe encarar los requerimientos que le impone una desigual (pero inevitable) carrera hacia la sobrevivencia. Pero no contamos con una estrategia integral para aprovechar inteligentemente las ventajas de la sociedad del conocimiento y de la información. Tampoco hemos hecho nada efectivo para garantizar nuevas generaciones de panameños mejor educados y realmente competentes. De no hacer algo y pronto, estamos predestinados a perder lo que nos quede de identidad cultural, de autovaloración colectiva y de autonomía nacional, en el transcurso de una generación o dos (a lo sumo).

En un escrito de hace ya cuatro años, el catedrático español Manuel Castells afirmaba que: "... la capacidad o falta de capacidad de las sociedades para dominar la tecnología, y en particular las que son estratégicamente decisivas en cada período histórico, define en buena medida su destino, hasta el punto de que podamos decir que aunque por sí misma no determina la evolución histórica y el cambio social, la tecnología (o su carencia) plasma la capacidad de las sociedades para transformarse, así como los usos a lo que esas sociedades, siempre en un proceso conflictivo, deciden dedicar su potencial tecnológico...". Para garantizar el desarrollo de ese potencial en nuestro caso, es evidente que el país todo (Gobierno, oposición, sociedad civil organizada, ciudadanía) debe definir una estrategia nacional de cara al futuro y no seguir operando en función de la improvisación, la inmediatez o de la demagogia electorera.

En Panamá, han habido antecedentes en cuanto a esfuerzos de carácter multisectorial y amplio, tales como la Visión Nacional 2020. Una de las cosas más perspicaces que pudiese hacer el Gobierno es reconvocar a los sectores sociales que estuvieron involucrados en la Visión 2020 y emplear este foro para debatir muchas de esas asignaturas pendientes respecto al diseño de nuestro futuro inmediato y mediato.

Finalmente, hasta la Asamblea Legislativa pudiese participar en este diseño estratégico de nuestro futuro, emulando el ejemplo de otros entornos parlamentarios más visionarios. En un artículo publicado en el diario Clarín, de Buenos Aires, la diputada argentina Lilia Puig de Stubrin detalla su propuesta al Parlamento argentino para que, copiando lo que han hecho naciones desarrolladas como Finlandia, se conforme un grupo especial de parlamentarios dedicados a pensar en el diseño del país inminente. Para conjurar la visión cortoplacista y politiquera con que operan generalmente los parlamentos, la diputada ha propuesto que el cuerpo legislativo de su país emule al Parlamento finlandés, que creó en 1992 un "Comité del Futuro", con miembros de diferentes partidos políticos. Este comité "...No interviene en el proceso legislativo habitual ni revisa el presupuesto anual del Gobierno. Analiza el futuro y el ambiente que lo condicionará desde una perspectiva amplia y ligada al largo plazo... El Comité del Futuro es, por lo tanto, un grupo parlamentario que debe hacer propuestas a otras comisiones sobre temas relacionados con el futuro (política ambiental, energética, sociedad de la información); debatir modelos de desarrollo y funcionar como órgano asesor analizando el impacto de la innovación tecnológica sobre la sociedad...". Ojalá nuestros diputados adoptasen esta idea, dedicándose a cosas más serias y sustanciales.

Tal como señaló el académico Castells, querámoslo o no, vivimos en "...una sociedad en que el valor en la economía se crea básicamente con recursos intangibles, basados en conocimiento en acción...". Contrastando nuestra imagen artificial y narcisista de supuesto "crecimiento" con lo que vemos y vivimos cada vez que salimos a la calle o encendemos el televisor (miseria y criminalidad rampantes, terrible ineficiencia educativa, colapso de servicios básicos, expolio ambiental, atraso científico-técnico, ignorancia e incultura, improductividad agraria, insalubridad, etc.) nos damos cuenta de que hay que hacer algo y pronto. Nos estamos quedando muy atrás. Y como se ha dicho antes: "el futuro no espera por nadie".


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