Con la anunciada integración de todas las fuerzas de oposición, las grandes mayorías nacionales se han apuntado su primer verdadero triunfo desde las elecciones de 1989. Ahora, con voluntades y programas conjugados y faltando solamente la aprobación final de la Convención Extraordinaria del Partido Panameñista, se podrá retomar el camino de la reconstrucción de esta nación que sufre aún –en todos los ámbitos de la vida nacional– la depravación causada por la dictadura de los militares y sus aliados civiles.
Fue la presión abrumadora de los partidarios de la oposición la que logró que sus líderes más conspicuos hayan decidido unificar fuerzas para abrazar un único discurso y un único proyecto nacional de largo plazo. Estamos hablando de una alianza fundamental para salvar las instituciones democráticas del país y para encaminarnos hacia un auténtico desarrollo social. Habría sido inaceptable que se insistiera en otra cosa, vistos los daños que este gobierno ha causado al país con sus ineptitudes, descarríos y corruptelas; no aglutinarse equivaldría a una nueva burla a las aspiraciones de nuestra ciudadanía. Afortunadamente, el escepticismo que existía ha sido borrado por esta inesperada acción de Varela y Martinelli, que debemos atribuir a la perspicacia y pragmatismo de ambos.
Los asuntos de Estado demandan dirigentes honestos y mentes calificadas; hombres y mujeres desprendidos que proyecten innovación política, social, económica y cultural; que entiendan que el desarrollo económico debe ir de la mano del progreso social; que vean la pobreza y la ignorancia como lacras que hay que erradicar; que procuren el desarrollo social envolvente y que no estén dispuestos a engañar al hambre con humillantes limosnas. Aclaradas las diferencias entre todos los partidos de oposición, la nueva nómina luce imbatible; pero si no se consolida en principios y funcionamiento, sus programas de gobierno llegarán a ser irrelevantes o simplemente desaparecerán. Si ello sucediera, se estaría lanzando a la ciudadanía a la más peligrosa desesperanza. Hay que abordar este asunto con seriedad, porque es lo correcto; porque no podemos, por ignorancia o mal manejo político, dejar abierto el camino para una repetición de los fracasos de ayer.
La campaña política continúa, pero la oposición tiene a su favor, además, el haberse revestido de lo que constituye un ejercicio totalmente apegado al proceso serio de gobernar, lo cual obliga a sus dirigentes a desplegar destrezas personales y sincera armonía para conducirla al triunfo electoral.