TRANSFUGUISMO

Política, rana y estaca

El triste espectáculo que exponen connotadas figuras del mayor partido opositor al régimen martineliano da cuenta del pobrísimo papel que están jugando, en sentido individual y también colectivo. El transfuguismo, que desde hace un buen rato viene signando la actividad política, es el resultado de la ausencia de conciencia y de compromiso con la filosofía de los organismos políticos de los que fueron parte en su momento.

Esto –el transfuguismo– es una de las tantas maretas que han sido parte del comportamiento habitual de los partidos políticos en Panamá. Distinto al debate de ideas, propuestas y programas; lo importante ha sido la artimaña, la descalificación, la chabacanería y el discurso insulso, muchas veces apurado, que lleva en muchísimas ocasiones a atropellar al idioma español, como fue recientemente el caso de un alto dirigente opositor, que en una entrevista televisiva dijo en más de una ocasión: “más sin embargo”.

Es deprimente observar el lamento y la preocupación que muestran permanentemente los dirigentes opositores, al argumentar que el transfuguismo que hoy afecta al más grande partido de la “oposición” tiene como factor esencial la compra de sus miembros.

Con esa tesis, parecieran querer sustraer otros elementos, que más bien pudieran estar a lo interno de ese mismo colectivo y, peor aún, con eso evidencian la flaqueza ideológica a la que pudieran estar asistiendo, puesto que la cifra de tránsfugas del PRD hacia otros colectivos es significativa, lo que bien pudiera llevar a la conclusión de que nunca hubo consistencia desde lo filosófico. De allí que los que se han ido y los que se irán son producto de esa anemia ideológica. De allí que el transfuguismo, que hoy rechaza la “oposición”, es para el tránsfuga una opción válida, pues lo pertinente para él es el interés particular.

Ante el apurado transfuguismo, la dirigencia opositora responde con la renuencia a participar de un diálogo con el primer magistrado de la nación, si éste “persiste” en el negocio de la compra de conciencias.

Frente a este escenario aparece la apreciación interesante del Presidente de la República, quien reduce el asunto a una estaca y a una rana que, brincando, queda ensartada en la misma. En unas palabras, la estaca que se mantiene estoica no tiene culpa alguna de que la rana o el sapo hayan sido atravesados por ella.

En otras palabras, la estaca que puede simbolizar el poder no puede ser juzgada por los que quedan engarzados por estar saltando. El asunto está en el hecho de que los saltadores pudieran no ser conscientes de que se van a enganchar o bien, pudiera ser que a propósito han dirigido el salto en una dirección para ser enganchados.


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