La productividad se mide por los resultados. En todo país los resultados económicos se miden por su producto interno bruto, nivel de endeudamiento y su grado de inversión, entre otros indicadores. En términos de riqueza, se espera que esta se distribuya de forma equitativa entre la población, en particular, entre la económicamente activa. El incremento de la riqueza debería reducir la pobreza e incrementar el número de personas que se incorpora al mundo laboral.
De forma paradójica, Panamá mantiene niveles altos de crecimiento, sobre todo en la última década, pero no reduce los niveles de pobreza ni mejora la distribución de la riqueza, entre las peores en América Latina. El fenómeno es complejo, pues para alcanzar buenos resultados se requiere de prácticas adecuadas, y eso no parece ocurrir. Por ejemplo, para que los ciudadanos se incorporen al mundo laboral necesitan formación y habilidades específicas. Sin embargo, aquí pocos se gradúan de la educación media cada año, no todos van a la universidad, a los institutos superiores ni trabajan, pues carecen de competencias, a otros no le interesa ni el estudio ni el trabajo y se suman a los casi 300 millones de ninis en el mundo. Ese resultado es desastroso para un país cuya economía se presenta como pujante, pero solo ocupa al 50% de la población económicamente activa. Muchos jóvenes y adultos no trabajan por falta o insuficiencias en su formación. Y, por sus carencias, se constituyen en blanco fácil de males sociales como el abuso de drogas, el narcotráfico o el crimen organizado.
El sistema educativo panameño es gratuito hasta el nivel de media y tiene opciones de capacitación y formación técnica vocacional y profesional. Varios países de Europa y Asia han desarrollado sus economías, gracias a la mano de obra técnica calificada. Es una opción en el mundo laboral, con formación especializada, para “saber hacer”. Algunos países, entre ellos el nuestro, subvaloran la educación técnico vocacional. No la ha instrumentado de manera adecuada en articulación con el sector productivo, para que los jóvenes adquieran las habilidades requeridas. Por eso, veamos lo que ocurre en otras latitudes, mejoremos las prácticas cotidianas para adecuarnos al tiempo y al avance científico-tecnológico, y hagamos que los niños y los jóvenes sigan en la escuela media hasta que completen sus estudios y reciban una formación práctica. Ese es el círculo de la productividad: Ver-hacer-lograr resultados, para que se incorporen de manera exitosa en el mundo laboral y el país logre los niveles de desarrollo que hagan más próspera y productiva a nuestra sociedad.