Fue la Ley No. 64 del 4 de junio de 1904 la que aprobó como escudo de armas de la República de Panamá el que fue elaborado por don Nicanor Villalaz (1855-1932). Dicha ley fue expedida por la primera Convención Nacional Constituyente, y quizás porque allí se decía en forma textual se adopta provisionalmente; más tarde y más precisamente el 10 de marzo de 1925, la Asamblea Nacional emite la Ley No. 48 en que ahora, y textualmente, se manifiesta que se adoptan definitivamente el Escudo de Armas, la Bandera de la República y el Himno nacional. Esta ley fue sancionada por don Rodolfo Chiari, en su calidad de presidente de la Nación.
Basado en lo de la adopción provisional, la misma Convención Nacional Constituyente de 1904 consideró necesario convocar a un nuevo concurso, el cual sería realizado en 1906, y con ello se otorgaba mas tiempo a los artistas para que renovaran ideas e inspiraciones. Se presentaron 103 proyectos en el concurso para buscar un escudo. No hubo modificaciones al primer fallo.
Pero... siempre hay algún pero, así no se tenga razón.
En el mes de octubre del año de 1940, cuando era presidente de la Nación el Dr. Arnulfo Arias Madrid, se elabora una nueva Constitución, que fue promulgada el 2 de enero de 1941, y que derogaba todas las leyes anteriormente aprobadas, encontrándose entre ellas la del Escudo nacional.
Esto trajo algunas contradicciones, situaciones y problemas de orden general, y con el escudo en forma particular, que después, en una nueva derogatoria, se pudieron resolver.
Ya para terminar, aun cuando nos quedan en el tintero otros detalles por comentar, resumamos, así sea brevemente, los cambios que han sufrido los lemas que han aparecido en este símbolo nacional.
El lema de los inicios decía: Paz, Libertad, Unión, Progreso, el cual fue cambiado por otro en latín que usaba el Vizconde Ferdinand de Lesseps, el de la idea del canal, y en el cual se podía leer Aperide terram gentibus de lo cual no pudimos hallar la traducción, pero que nos suena a algo así como abierto a todas las gentes de la tierra.
Después se pensó en solo Dios sobre nosotros lo cual suena demasiado pretencioso, y que menos mal no prosperó. Unión, Justicia, Renovación fue otro título que el escudo poseyó.
Todo por ese prurito tan frecuente de contradecir. Afortunadamente después surgió el acertado lema de Pro Mundi Beneficio ya que, en tres palabras ¿qué más, y sobre todo en forma tan apropiada, se puede decir?