Abordar la transformación y modernización del Estado es un reto importante para el actual gobierno. Es un hecho evidente que los males del sector público concentran su atención en algunas “disfunciones sistémicas” que agravan la crisis institucional y el déficit fiscal.
Por un lado, vemos el excesivo y desordenado crecimiento de la burocracia estatal, al que se añaden el riesgo de que el volumen del gasto público sea insostenible y la existencia de una administración pública caracterizada por ser poco eficiente, que sufre de una “parálisis paralítica paralizante”. Paralítica, porque nada se mueve y paralizante, porque ayuda a que nada se mueva.
Algunas cifras revelan que para este año 2015 cerca de 200 mil servidores públicos laborarán en el Gobierno, tomando en cuenta que en el presupuesto de gastos se aprobaron más de 40 mil posiciones nuevas. La cantidad de funcionarios no ha disminuido en los últimos cinco años, al contrario, se ha incrementado de manera significativa.
Desde la década de 1970, organismos internacionales, como el BID, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros, le plantean a los países latinoamericanos –incluyendo Panamá– la ejecución de un “programa de ajustes estructurales” con el objetivo de modernizar el Estado y reducir el “tamaño” de la burocracia. La intención era eliminar de raíz la “parasitocracia” estatal.
El tiempo transcurre, pero los gobiernos no atienden con responsabilidad estas recomendaciones. Al contrario, continúan con prácticas corruptas, como la burocracia y el pago de favores a través del clientelismo político, el amiguismo, el nepotismo y otros vicios, que siguen unidos al cordón umbilical de un pasado nefasto en el que el Estado constituía el gran “botín político”.
No es responsable que el gobierno haga crecer el tamaño de la burocracia. Se trata de una práctica nociva que frena el desarrollo del país, porque los recursos financieros –por cierto limitados– se dejan de invertir en obras de infraestructura física y sanitaria, en proyectos de viviendas, salud, educación, transporte, agua potable, recolección de la basura, caminos de penetración y otros servicios básicos, cuyo objetivo principal es mejorar la calidad de vida de la población.
Por eso, es un gran desafío la modernización del Estado, dejar a un lado la burocracia y agilizar los programas y proyectos que ejecuta el gobierno, para que este cumpla con la misión que tiene con la sociedad de resolver los problemas que afectan a la población.
Es necesario cortar de un solo tajo esa imagen de ineficiencia, pereza y desperdicio que proyecta el aparato estatal.