Leticia Paddy de Holder
La estratégica posición geográfica de Panamá, su configuración ístmica y la estrechez de su territorio son elementos esenciales de su función transitista, que se hizo evidente en la época precolombina, y se afianzó durante la conquista y colonización americana. Panamá fue desde entonces, al igual que ahora, el paso obligado de hombres y mercancía, que dio como resultado el surgimiento de ciudades terminales como es el caso de Nombre de Dios, Portobelo en el caribe y la ciudad de Panamá en el pacífico.
En el siglo XIX surgió la posibilidad de construir una línea férrea que uniera la costa norte y sur de Panamá, lo que garantizaría una ruta segura y expedita. El 15 de abril de 1850 se concretizó el Convenio Stephens - Paredes, entre el gobierno de Nueva Granada, del cual éramos parte, y los señores de la Compañía del Ferrocarril de Panamá William H. Aspinwall, John Stephens y Henry Chaucey. Las obras se iniciaron el 2 de mayo de 1950 en la isla de Manzanillo, lo cual dio origen a la ciudad de Colón, que se constituyó desde entonces en la terminal de la ruta transístmica. Por ello, el surgimiento de esta ciudad está ligado a la función histórica de nuestro país y la misma juega un papel relevante en el servicio que ofrece Panamá a las naciones del mundo.
Los trabajos se iniciaron con la llegada de lanchas y barcazas que anclaron cerca de la costa de la isla; aquella población flotante habitada por ingenieros y trabajadores fue denominada Navy Bay. A individuos de las islas del caribe, hindúes, chinos, inmigrantes de Estados Unidos y de otros países, les correspondió la labor de desmontar los manglares y pantanos de la isla de dos millas de largo, y de unir a través de una agobiante obra de relleno los 700 pies de ancho de mar que la separaban de tierra firme.
El 27 de febrero de 1852, se inauguró la ciudad con el nombre de Aspinwall en honor a uno de los directivos de la compañía del ferrocarril. Le correspondió a Victorio D. Paredes, secretario de Relaciones Exteriores de Nueva Granada, el mismo que negoció el Convenio Stephens, presidir el acto inaugural en el cual afirmó: La ciudad de Aspinwall está llamada a ser el emporio del comercio de América y acaso del mundo entero.
Ciento cincuenta años han pasado y la isla de manglares y pantanos, es hoy la ciudad de Colón, la cual lleva el nombre del descubridor de América, gracias a la iniciativa de don Mariano Arosemena. Con una población tan diversa como la que inició los trabajos del ferrocarril, esta ciudad atlántica vive una situación de dualidad; para una parte minoritaria de sus habitantes, Colón es el emporio del comercio de América, tal como fue vaticinado; para la gran mayoría de su población, la vida se debate entre la miseria económica y la pobreza de espíritu.
Es quizás oportuno llamar a la reflexión a los humildes de mi ciudad, a los que no se benefician en absoluto de la riqueza que genera Colón. Es tiempo de tomar las riendas de nuestro propio destino, no podemos seguir soñando con mejores días esperando que se cumplan las promesas de un político; que proyectos que aseguran bonanza y empleo como el fallecido Colón Puerto Libre y el conflictivo Consorcio San Lorenzo, o quizás la lotería, nos haga el milagro. Es únicamente el trabajo honesto, nuestro constante esfuerzo, lo que nos sacará adelante. Es el ejemplo, el compromiso que asuman nuestros niños y jóvenes, la respuesta a la situación difícil y a los problemas que nos agobian.
Así como el hindú, el chino, el hebreo, los árabes y otros han sabido sacarle la riqueza a nuestro emporio comercial, nosotros también podemos, cada uno de acuerdo con sus posibilidades, porque el Colón limpio, próspero y pujante que deseamos y exigimos depende de quienes vivimos aquí; ya es tiempo de que dejemos de esperar que vengan de afuera a poner orden en nuestro hogar. La mejor manera de comenzar nuestros ciento cincuenta años de fundación, es empezar a construir el Colón que merecen nuestros niños y jóvenes, aquel que por su corta edad no conocieron, el que añoran nuestros ancianos, el Colón de hombres y mujeres trabajadores alegres, cultos y orgullosos de ser colonenses.