El jefe de la principal casa de estudios de nuestro país ha sido relacionado en actos de corrupción, junto a un magistrado, que también es acusado del mismo delito y temas mucho más denigrantes. Todo este miasma brota del accionar del pasado gobierno, como si en lugar de petróleo, hubiéramos tropezado con una fuente inagotable de excremento. Y las actuales autoridades premian a muchos de los involucrados por “colaborar”, como si devolver el 10% de lo que robaron y algún dato en las investigaciones les permitiera regresar a casa con el 90% del botín.
Por otro lado, en videos virales vemos a degenerados que abusan de púberes; magistrados que encubren a legisladores corruptos y viceversa, y casos de nepotismo y doble salario, ahora justificados por quienes los condenaban en el pasado. ¿Adónde se nos quedó la moral? Como sociedad, deberíamos exigir la renuncia y el encarcelamiento, a perpetuidad e inapelable, de todos estos maleantes.
Dudo mucho que, como dicen algunos, Panamá antes de los militares haya sido tierra de borrachos, corruptos y latifundistas. En general había buena educación y valores. De hecho, muchos de los “brillantes” civiles que los secundaron, estudiaron en ese sistema. Hasta cierto punto, apreciábamos el valor de la lucha, se repudiaba la indecencia, había respeto y carácter. Los panameños peleamos para que aquí ondeara una sola bandera, sin embargo, ahora permitimos que los extranjeros cuelguen o pinten las suyas en cualquier parte de nuestro país.
Actualmente, la aceptación de los antivalores nos confirma que estamos frente a una sociedad moralmente derrotada. Y recién ahora empezamos a sentir el efecto generacional de la dictadura militar. Tomarse la cosa pública, a la fuerza, y repartirla alegando “justicia social”, estúpidamente los hizo caer en lo mismo que criticaron, dado que ladrón que roba a ladrón… sigue siendo ladrón.
También debilitaron el interior de la república atrayendo a los interioranos al “progreso”, en lugar de llevarle progreso a los interioranos. Y para darle “educación a todos los panameños”, alegando que la de entonces era elitista, bajaron los niveles de admisión y exigencia en los centros de estudios. Todo eso nos dejó una sociedad repleta de gente mal educada, que se siente con derecho de recibir cosas sin esfuerzo, así vinieran de un maleante dictador. Por eso, todavía hay gente que justifica al gobierno pasado. Así como los otros hablaron de “obras” para robar a sus anchas, los militares sentaron las bases de una “lucha de clases” para encubrir su criminalidad.
También coronamos a la viveza como reina del esquema social. Se puso de moda la paternidad irresponsable, como valor agregado a la virilidad. Entonces la familia se debilitó y muchas personas crecieron deformadas. Por eso, no asombra que los ciudadanos estén impávidos ante semejante depredación social. Más bien, sumando la migración desaforada de extranjeros, deberíamos preguntar: ¿cuánto tiempo más nos queda, antes de estallar en un conflicto social de máxima envergadura? O si, ¿ante tanta apatía e indolencia, nuestra sociedad acabará por convertirse en amoral?
