Titus Brandsma: un periodista heroico

Ugokloster es el nombre de la hacienda en Bolsward, en Frisia, Holanda, donde el 23 de febrero de 1881 ve la luz un niño, el quinto hijo de Titus Brands-ma y Gisge Postma. Campesinos acomodados y cristianos auténticos. Gente amable y trabajadora, rasgo típico de la población frisona. Por las noches, el padre se sienta al piano y entona cánticos religiosos o danzas folklóricas que acompañan sus hijos. También rezan todas las noches juntos y leen un pasaje del Evangelio, o alguna historia sagrada.

A los 11 años, el chico Siurd se va a estudiar al colegio franciscano de Menghen, en la región de Brabante. Seis años de estudios humanísticos: latín, historia, música, todo lo devora y domina.

A los 17 años, toca las puertas del convento carmelita de Boxmeer. Como en esta orden es común cambiar el nombre, opta por el de su padre, que es también el nombre del discípulo de san Pablo. A los 20 años ya estará publicando una colección antológica de las obras de santa Teresa.

En el convento de Zenderen desarrolla una hoja mensual, cuyo tiraje aumenta progresivamente. Allí bajo el impulso de Tito se escribe de historia, estética, de noticias o temas eclesiales, de poesía y, especialmente, de la forma como los religiosos deben interesarse por los problemas sociales. El 17 de junio de 1905 se ordena sacerdote y, en octubre de 1909 la Universidad Gregoriana lo doctora. Regresa a Holanda donde 20 periódicos conocerán su pluma.

El 10 de mayo de 1940 los tanques alemanes invaden Holanda. Titus Brandsma es considerado por la Gestapo un enemigo peligroso que hay que combatir. Brandsma usa las conferencias, los periódicos, la escuela, para denunciar este "neopaganismo" que amenaza a la sociedad. La encíclica del papa Pío XI, de 1937, Mit Brennender Sorge (Con ardiente preocupación) en contra del nazifascismo es enseñada por Brandsma en la cátedra universitaria. Titus advierte que el nazismo entraña una corrupción que amenaza la libertad del pueblo holandés y su dignidad. Pero, en particular, denuncia también la violencia que se estaba ejerciendo contra los judíos.

Los obispos holandeses advierten a los sacerdotes que deben negar los sacramentos a aquellos católicos que se inscriban en el movimiento nazi. Se inicia entonces la persecución de la prensa católica. Como consultor eclesiástico de la prensa católica Brandsma pide a los medios resistir. El 19 de enero de 1942 la Gestapo lo detiene.

Por dos meses permanece confinado en el campo de concentración de Scheveningen. Luego es trasladado a Amersfoort, para trabajos forzados. Trabaja con pala diez horas al día. La comida es insuficiente. Pero es el consuelo espiritual de todos en aquellas miserables barracas. Católicos, protestantes y comunistas lo circundan para escucharlo y rezar con él. Titus sufrió siempre de hemorragias estomacales. Pero puso su deber por delante de su enfermedad. “No conocemos su enfermedad, dijo Harde-gen, capitán de la policía especial, pero hubiera debido de pensar en ella él mismo, antes de actuar contra Alemania”. “Yo no me opongo al pueblo alemán. Me opongo al régimen nazi en cuanto que suprime la fe y pisotea la libertad”, contesta. Poco después, Brands-ma es trasladado a Dachau. Por doquiera que pasó hubo testimonios de su bondad y su carácter. En Dachau fue golpeado sin compasión varias veces. Le pateaban los talones para hacerlo sangrar. En cinco años de 2,600 clérigos murieron 1,600 de maltratos, desnutrición y experimentos médicos. Muchos fueron usados como conejillos de Indias. Un día Titus fue pateado y pisado en cada parte de su cuerpo antes de poder alcanzar a rastras la entrada del dormitorio. Y no fue la única paliza. Debido a las heridas de sus pies que ya no lo dejaban caminar, tuvo que ser internado en la enfermería. El médico del campo lo condenó a muerte por inyección de ácido fénico. La enfermera que se la puso atestiguó y dijo cuán amable fue siempre con ella el padre Brandsma. “El médico preparó la inyección; luego yo personalmente la puse en la muñeca del siervo de Dios”. Este asesinato se consumó en julio de 1942. El 3 de noviembre de 1985, Juan Pablo II beatificó a este testigo de la Verdad.

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