Universidad decente versus universidad corrupta: Carlos Guevara Mann

Universidad decente versus universidad corrupta: Carlos Guevara Mann


Auspiciado por el presidente Harmodio Arias Madrid y dirigido por el rector Octavio Méndez Pereira, el proyecto de universidad decente se puso en marcha 80 años atrás en esta fecha, el 7 de octubre de 1935. Aunque promovía valores cívicos y espirituales, orientados al bien común y priorizó de manera particular a los sectores populares, solo logró mantenerse vigente hasta el 15 de diciembre de 1968.

Ese día, los militares irrumpieron en el campus y destruyeron, a golpe de bayonetas, la autonomía universitaria. A partir de entonces, algunos beneficiarios de la educación superior, supuestamente alineados con la izquierda, pero matriculados en la escuela del oportunismo, colaboraron con la dictadura para transformar la universidad decente de la República en la universidad corrupta de la dictadura.

Entronizaron la venalidad, la demagogia, la chabacanería y la seudointelectualidad. Esos fueron los antivalores que impregnaron durante su paso por la rectoría los seis subalternos de los cuarteles que ejercieron el cargo durante los años oscuros del militarismo. Serviles hasta el extremo, crearon en la universidad una rosca de profesores advenedizos y burócratas de la mentira.

Con cambio de régimen, en 1991 resurgió el proyecto original, de 1935, bajo el liderazgo del rector Carlos Iván Zúñiga, quien como primer acto de su administración honró a todos los docentes que se retiraron de la universidad en protesta por la violación de la autonomía en 1968, entre ellos Cecilia Alegre, Ricardo Arias Calderón, Rubén Arosemena Guardia, Ricardo Bermúdez, Sydia Candanedo de Zúñiga, Fabián Echevers, Antonio González Revilla, Alberto Quirós Guardia y Lino Rodríguez Arias.

Durante tres años (1991-1994) la Universidad de Panamá experimentó un renacimiento, caracterizado por la probidad y los esfuerzos por erradicar las lacras de la dictadura. Pero las fuerzas que prosperaron bajo las rectorías militaristas no se amilanaron ante la ascendencia democrática. Antes bien, aprovecharon el clima de libertad académica y apego a la ley para reagruparse hacia la conquista del poder.

De allí surgió la mafia que, tras el breve paréntesis de regeneración moral y académica, obtuvo en 1994 el control de la universidad y lo maneja desde entonces. En vez de seguir el modelo instaurado y promovido por el presidente Harmodio Arias Madrid y los rectores Octavio Méndez Pereira, Jeptha B. Duncan, Jaime de La Guardia y Carlos Iván Zúñiga, la pandilla que alcanzó el poder en 1994 reintrodujo el paradigma del clientelismo, la corrupción y la seudo intelectualidad implantados por los mandaderos de la dictadura.

En democracia, sin militares a los cuales rendirles cuentas y pleitesía, pusieron ese paradigma, que antes servía a los intereses de la dictadura, al servicio de sus propias apetencias inconfesables. Entre tantas evidencias de este manejo, la opinión pública recuerda con reprobación a un rector que en 1998 salió en alegre tuna de la Facultad de Humanidades para disputarle las primarias del PRD a Martín Torrijos y María Pantalones Carter, presentándose con esa acción cantinflesca como un magnífico hazmerreír.

La conducta ególatra y nada ética de su dirigencia ha convertido la Universidad de Panamá en centro de chantajes políticos, negociados y sumisión sin límites, en donde se persigue, se desprestigia y se despide a quienes, como el Dr. Miguel Antonio Bernal, se atreven a denunciar los abusos y corruptelas de la administración.

Bajo la mafia que la administra, la corrupción universitaria ha roto todos los parámetros. El solo hecho de crear una fundación privada para diferir recursos de la universidad (por ende, públicos) hacia destinos privados es un delito. Probar, mediante una auditoría, cómo fueron usados dichos recursos es harina de otro costal.

En el octogésimo aniversario de la fundación de la otrora decente Universidad de Panamá, queda la lejana esperanza de que la procuradora Porcell, el contralor Humbert y el procurador González Montenegro se caractericen. Ni los vínculos familiares ni las presiones políticas y sociales ni las amenazas de la mafia universitaria deberían arredrarlos en el empeño de cortar, de un tajo, la corrupción enquistada tras 20 años de aprovechamiento rapaz y restituir, para beneficio de las generaciones actuales y venideras, la universidad decente que vislumbraron Harmodio Arias Madrid, Octavio Méndez Pereira y muchos otros panameños.

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