Primero tiene que enfrentar el replanteamiento del ordenamiento legal del país. La vieja Constitución y sus instituciones podridas e inoperantes demandan de una renovación radical. Las reglas del juego actuales, sus reglamentaciones y los modos corruptos e ineficientes de operar en este país, son un freno al país decente y al país eficiente. Sin un nuevo cuadro institucional, sin perseguir a la corrupción y al crimen, sin una moral ciudadana sólida ni capacidad real para impulsar la generación de riqueza, no vamos para ningún lado. Serían cinco años más de lo mismo y peor: quizá Panamá no terminaría el quinquenio sin caer en una vorágine imparable de violencia y acentuada descomposición social.
Segundo, si el nuevo Presidente es inteligente, tomará las mejores ideas de sus contendores, las fusionará con las suyas durante los meses de la transición y las pondrá en práctica a partir del 1 de septiembre. Si, además, es un hombre valiente, convocará a un gobierno de unidad nacional, buscando dirigir al Estado con el concurso de los mejores cuadros y expertos del país, provenientes de todas las fuerzas políticas y sociales. Pero para esto hace falta bastante visión y coraje de estadista. Nadie tiene las respuestas a los enormes problemas del país (sociales, productivos, educativos, científicos, culturales). Para enfrentarlos, hará falta una concertación nacional, comprehensiva e integral, en la que se coaliguen las mentes y voluntades de los principales actores sociales de la Nación panameña, en esta hora tan difícil de su historia.
Tercero, quien gane tendrá que enfrentar tarde o temprano el asunto central del debate de la Nación, eludido a lo largo de toda esta campaña: el modelo de desarrollo para el país, en su devenir mediato e inmediato. Deberá definir si se somete a las imposiciones exógenas de las IFI y de los vocingleros del neoliberalismo o si se "amarra los pantalones" y opta por llevarnos por un rumbo autónomo, justo y digno. Derivados de este asunto central se desprenden los temas del endeudamiento exterior, de los nebulosos TLC, de las privatizaciones, de las pretendidas reformas al Código Laboral y a la CSS y, sobre todo, el de la necesaria ampliación del Canal de Panamá.
Esta es, a mi juicio, la única forma en que todos los panameños hayamos ganado también, en este ejercicio democrático electoral de hoy. En que hayamos obtenido realmente algo de valor, más allá de cumplir con las parsimonias formales de la "democracia aparente". En cualquier caso, nos toca a todos asumir la nueva situación, de manera responsable. Nos tocará supervisar con sentido crítico lo que harán las nuevas autoridades y pedirles cuentas desde el día uno, respecto a la forma en que conducirán este país. Para premiar y reconocer lo bien hecho y para denunciar y combatir lo mal hecho. Hoy concluimos una gesta ciudadana, pero inmediatamente iniciamos otra.