“Acta, non verba” reza la frase que en español significa, “Acciones, no palabras.”
Me resuena el proverbio latino en la cabeza, mientras escucho una y otra vez las declaraciones de la diputada de la República, y además presidenta del frente femenino del PRD, Zulay Rodríguez, que ante el cuestionamiento de un joven periodista, por el caso en que un ex cliente la acusa de haberle despojado de 66 kilos de oro, en el que se encontraron restos de droga, la “honorable” le responde molesta: “Respete a las mujeres”.
Es cierto que en Panamá, y en casi todo el mundo, las mujeres históricamente han vivido, y viven, en una “irrespetuosa” situación de injusta inequidad política, económica y social que, sistemáticamente, las coloca en una posición desfavorable frente a nosotros los varones. Prueba de lo anterior es la desigualdad en las últimas cifras de desempleo: 5.8% para los hombres contra un 8.8% de mujeres, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo. Esta realidad también se refleja claramente en la vergonzosa composición de nuestra Asamblea Nacional, donde de 71 curules, apenas 16 son ocupadas por mujeres. Ni hablar de la indignante crisis de violencia, que en el último mes de diciembre, producto de un feminicidio, dejó a al menos ocho familias con una mujer menos.
La inequidad y la injusticia son innegables. Y como en otras situaciones desventajosas para la población, hay que cuidarnos de los “políticos de palabras” que intentan sacar provecho sin hacer absolutamente nada.
En el caso de las mujeres, recuerdo un ejemplo más o menos reciente que como estudiante de derecho vi muy de cerca. En 2017, al Ejecutivo le correspondía designar a dos personas para la Corte Suprema de Justicia. A pesar de las advertencias que por meses se hicieron desde la Asociación de Estudiantes de Derecho de la USMA, la justicia no era una prioridad, y decidieron, a última hora, designar a dos abogadas que sin atreverme a cuestionar su capacidad, generaron serias dudas por su independencia con respecto al Ejecutivo. Una de ellas incluso había hecho campaña con el expresidente. Pero tenían la excusa perfecta: “Es mujer”. Seguro pensaron que la oferta era tentadora para quienes creemos en la equidad de género, después de todo, en ese momento había una sola magistrada en la Corte. A pesar del desenlace (fueron rechazadas en la Asamblea), es interesante recordar que el expresidente intentó nombrar a sus allegados en la Corte, con el pretexto de que eran mujeres. Cabe la pregunta, ¿Qué tanto mejoró la situación para las mujeres panameñas durante el quinquenio anterior?¿Qué acciones se tomaron?
Es irónico que sea justo su más furiosa opositora, la que ahora utilice de forma oportunista y descarada, la penosa situación de desigualdad que enfrentan las mujeres, como excusa para no darle respuestas al país. Nuevamente, la “política de palabras”. Sería bueno mirar los hechos. ¿Qué acciones ha tomado en favor de las mujeres? ¿Votó a favor de la paridad en el último debate sobre las reformas electorales? ¿Cuál fue su postura sobre el proyecto de ley que buscaba castigar el acoso callejero que presentó la exdiputada Ana Matilde Gómez? ¿Pensó en algún momento en la esposa del excandidato Ricardo Lombana cuando lo atacaba y hacía insinuaciones bajas sobre su amistad con el excontralor? ¿Le creyó a las víctimas cuando denunciaron haber sido violadas por su colega y copartidario Arquesio Arias? En todos esos casos, más allá de las palabras, con sus acciones no se puso del lado de las mujeres.
Lo mismo ocurre con frecuencia en temas como el medio ambiente, los derechos de los animales e, incluso, la corrupción. Todos los que luchan por alguna causa, y en especial quienes creemos que mujeres y hombres debemos tener los mismos derechos y oportunidades, nos guste o no ser reconocidos como feministas, debemos mirar con lupa para no caer en la trampa, debemos procurar ver “acciones, no palabras”.
El autor es estudiante de Derecho en la USMA