Mamá como un personaje. Mamá llevándome al parque, al teatro, al Mc Donald’s. Mamá casi cayendo por una alcantarilla por ir a recoger un póster de Parchís. Mamá escuchando a Olga Guillot, a Concha Piquer, a Sophy de Puerto Rico. Mamá llevándonos a la radio; mamá viendo la novela con mi abuela; mamá llorando su amor perdido, mamá confundida, mamá de lejos, mamá.
Me perdonarán esta columna, pero a mi mamá le gustaban los periódicos. Compraba todos cuando había plata, en los años buenos ⸺que los hubo⸺, y estaba contenta de leerme tocando el papel y la tinta. Mi mamá a veces me preguntaba por teléfono “¿qué quieres decir con eso?”, y yo le explicaba y aprendía la lección: sé más claro para que tu mamá lo entienda.
Adiós, mamá. Parece mentira que no vayas a leer estas palabras. No me creo que cuando aterrice en nuestra tierra ya no estarás, que no podré verte y disfrutar de tu caricia de llegada, que ya no oiré “mi rey” ni en mi cumpleaños la historia del parto aquel que tanto te costó y aquí estoy, mamá, diciéndote adiós sin quererlo.
La voz de radio de mamá, tersa, limpia en los cariños y recia y porosa en los regaños. Mamá cantándome “Las mañanitas”; mamá y su taconeo por la Iglesia de Don Bosco llevándonos in extremis las flores para la Virgen. Mamá sentada en su tablero de billetera; mamá leyendo la Biblia; mamá cantando.
Iba a felicitarte en Casa de América en un acto multitudinario, “50 Artistas Latinoamericanos en Madrid”; mamá y yo soy uno gracias a ti, para que quedara grabado, pero decidiste marcharte antes de tanta exposición. Los hijos somos así: no calculamos como las madres y nos asombran con la precisión de su aritmética de los momentos.
Nos veremos pronto. El tiempo es solo un espejismo. Compartimos la misma esperanza, así que nos veremos allí. Te quiero para siempre mamá. Adiós, mamá, adiós.
El autor es escritor