Huella literaria

Adiós, Richard. Adiós, Ricardo



Recibí un correo en septiembre de 2013. Era Ricardo Ríos Torres. Había oído hablar de él y de sus círculos de lectura, pero nunca tuve la oportunidad de conocerlo en ninguno de mis viajes a Panamá. Me escribió porque leyó un artículo mío sobre “Narraciones panameñas”. Conectamos inmediatamente y surgió la amistad y el cariño.

Cuando leí “La calle del espanto”, de Richard Brooks, quedé enganchado a esa desmesura lectora subiendo y bajando Salsipuedes. Me divertí con Hormiguita y sus aventuras patrias, lectoras y reflexivas, que tienden a la alegría y al juego. Brooks fue convirtiéndonos en esa novela en inmortales de tinta, en releíbles hasta el infinito.

Luego leí de Ricardo Ríos Torres, “La épica de la soberanía”. Fue en aquellas páginas donde comprendí lo que un puñado de panameños comprometidos pueden hacer: plantar banderas que dan como fruto soberanía. Fueron capaces de comprender su circunstancia y no negarse a cumplir con su misión. En ese libro, nos retrató a todos: a los de entonces como dispuestos a dar la cara, a los de hoy como meros espectadores de un drama que parece no concernirles.

Ricardo fue un gran lector, un hombre de sumas, un hombre de amigos, que amaba las letras, a su país, y deseaba para él una soberanía mucho más concreta y menos romántica, una soberanía que se tradujera en educación y cultura para romper, de una vez por todas, con la ignorancia y la desigualdad.

Nos toca no olvidar los caminos que emprendió, las obras que puso en marcha y mantenerlas. Toca celebrar su vida siendo quijotes como fue él, enfrentando los molinos de viento que acechan con lecturas y conciencia cívica, con visión del presente y con voluntad de cambiar las cosas, viviendo en un perenne inconformismo quijotesco.

Adiós, querido Richard. Adiós, amigo Ricardo. Hasta allá, hasta nuestra Mancha literaria y eterna, un abrazo quijotesco de los de siempre, de los recios, de los que ya estamos echando en falta.

El autor es escritor

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