Hablar del agua requiere varios enfoques: primero, sobre el papel que juega en la vida diaria y segundo, en las actividades económicas que genera y sostiene. Así pues, el que la economía de Panamá dependa en gran medida del agua, no es un secreto, es un hecho que nos acompaña desde la misma fundación de la ciudad de Panamá, pues además de nuestra privilegiada posición geográfica, la ciudad de Panamá se asentó a orillas de la red de ríos que signaron su destino de tránsito y comercio; contábamos con un río navegable, que facilitó el rol de centro logístico que la corona española asignó a su primer emplazamiento en la costa del Pacífico americano.
Muchos años y acontecimientos han pasado desde aquella decisión de situarnos a orillas del Chagres, y el país cuenta ahora con una enorme infraestructura liderada por el Canal y los puertos, junto con las actividades que nuestra posición y negocio del Canal se desprenden, para seguir sirviendo al comercio mundial. Esa infraestructura depende de ese mismo recurso hídrico que tanta valía se le detectó en el pasado.
No es una casualidad que, por ejemplo, todas las entidades nacionales e internacionales al analizar el potencial de desarrollo económico y de crecimiento de Panamá, coloquen primordialmente e identifiquen al agua como ese recurso fundamental que incide en muchos otros sectores.
En el Canal, compartimos esa visión, lo llevamos en nuestro ADN, pues desde la propia Ley Orgánica que creó la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), se le encomendó la tarea de administración, mantenimiento uso y conservación del recurso hídrico y por ello, desde el año 2000, se diseñaron, para su implementación, planes de conservación ambiental, con la participación esencial y necesaria de los moradores de la Cuenca Hidrográfica del Canal (CHCP).
Esas acciones de participación comunitaria nos han permitido operar de forma ininterrumpida y garantizar el recurso para el suministro de más del 50% de la población panameña. Sin embargo, el clima está dando señales en los últimos años, de una variación en los patrones de la lluvia que cae en la CHCP, lo que nos obliga a trabajar en atender este reto de contar con el agua que sostenga los usos que hemos indicado antes.
El impacto que el calentamiento global y el cambio climático han ejercido sobre el patrón de lluvias en los últimos 10 años es tal, que la precipitación de 2013, 2014, 2015, y 2019 los convierte en los más secos de los últimos 70 años, lo que se traduce en la dificultad que tienen los acuíferos en recuperarse y el caudal reducido que aportan los ríos cuando las lluvias escasean y se reducen. Todo esto permite también entender que apremia la búsqueda de soluciones sostenibles.
Las variaciones en el clima no solo se manifiestan con la disminución de las lluvias; esta escasez viene acompañada de otras repercusiones como el aumento de las temperaturas y con ello un incremento en la pérdida de agua por evaporación que, en el 2019, estuvo 1% por encima del promedio de 2009-2018. En el 2015 un acentuado fenómeno de El Niño elevó esa cifra a 10% por encima del promedio.
Luego de un año 2019 tan seco, en el que llovió 20% menos (2,150 milímetros vs el promedio de 2,695 milímetros), el 2020 avanza con cifras que son observadas con cautela, pues solo un mes ha presentado lluvias por encima del promedio, revelan un proceso de recuperación gradual de los principales ríos de la Cuenca y por ende del volumen de agua almacenada en los embalses de Alhajuela y Gatún.
Ante este panorama, que no ha escapado de los análisis que llevamos a cabo cada año hidrológico, el Canal de Panamá, como parte de su plan maestro, inició hace ya varios años, un proceso para la identificación de las opciones y alternativas de nuevas fuentes de agua que permitan a futuro seguir operando eficientemente el Canal y garantizando el líquido para el suministro de la población.
Nos encontramos en una etapa crucial. Los estudios serán analizados y considerados para el establecimiento de un portafolio de alternativas que esperamos esté listo para el año 2021, con el propósito de escoger las mejores opciones de fuentes alternas o fuentes adicionales de agua que garanticen el recurso para los fines descritos, siempre cuidando sus impactos ambientales, económicos y sociales.
Vivimos en un país privilegiado que posee, según cifras de un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el 0.6% de la cantidad de agua dulce disponible en el mundo y que sería el doble de lo que le correspondería por su tamaño, lo que aunado a otros factores positivos impulsarán el desarrollo del país, siempre y cuando enfrentemos con eficiencia los retos relacionados con el desarrollo de proyectos e involucremos a la población para un uso más conservador del líquido.
El autor es Vicepresidente Interino de Agua y Ambiente