Me cuesta entender qué pasa por la cabeza del alcalde José Luis Fábrega. Y aunque su desdén por la institucionalidad, así como su tendencia al clientelismo es ampliamente conocida -desde los días que se paseaba como diputado de la República en un “guacho móvil” repartiendo comidas por las calles de su circuito-, no deja de sorprenderme por su falta de entendederas y sus acciones en perjuicio de esta ciudad que le ha tocado regentar.
Su tozudez en relación a su proyecto playero -con evidentes aristas de negocio inmobiliario-, solo pudo ser vencida por la pandemia primero, y ahora por decisión judicial. Una lección sobre legalidad y estado de Derecho para el alcalde Fábrega, su equipo y la mayoría de concejales que lo apoyan.
Antes de que la realidad doblegara al señor alcalde, no hubo forma humana de hacerle entender que no puede hacer lo que le da la gana con los recursos destinados a obras públicas municipales; y que la participación ciudadana, como fórmula de fortalecimiento de la democracia establecida en Ley de Descentralización, no puede saltarse a la torera.
No canto victoria. Mientras José Luis Fábrega sea alcalde de la muy noble y leal ciudad de Panamá, buscará la fórmula de hacer su playa, sin importarle las valoraciones técnicas, los desorbitantes costos, las prioridades.
Durante este año largo y sufrido de la Administración municipal Fábrega, se ha producido una sucesión de desaciertos que, al final de cuentas, lo perjudica a él como figura política. Justo por eso mi desconcierto. ¿Cómo es posible que no lo vea?
La cosa empezó rápidamente, al destruir toda la capacidad técnica encontrada a su llegada a El Hatillo, reemplazando en masa a un funcionariado preparado y conocedor de las particularidades del régimen local, por militantes y activistas del PRD, sin importar competencias, experiencia o preparación. El desastre y la crítica generalizada a su gestión fue inmediata.
Para el recuerdo queda la iniciativa ciudadana de regar las plantas de Vía España durante el verano, ante la evidencia de que el Municipio de Panamá había desmantelado el sistema de mantenimiento de las áreas verdes de la ciudad, poniendo especialmente en peligro los árboles que empezaban a crecer en las zonas rehabilitadas por la anterior Administración. Y no hablemos de las podas de espanto realizadas por un personal que obviamente no ha sido entrenado para tales tareas.
Es solo un ejemplo de los muchos desaciertos, metidas de patas y desmejoramientos de la calidad de los servicios que brinda el Municipio, desde el inicio de la Administración Fábrega.
Ahora, como si de un acto de venganza se tratara, el alcalde -otra vez con el apoyo de la mayoría de los representantes de corregimiento- ha formalizado el traspaso del Parque Municipal del Norte al Ministerio de Educación, dejando sin un lugar de esparcimiento a los panameños que residen al norte de la ciudad.
La decisión del Consejo Municipal ignora por completo la existencia de la Ley 20 de 2003 que designó unos terrenos que formaban parte de la desaparecida zona del Canal, para construir cuatro parques. La norma además determinó que se crearían Patronatos para “desarrollar y regular las actividades educativas, culturales, recreativas y deportivas”. Nada de ello parece importarle ni al alcalde Fábrega, ni a la mayoría de representantes que forman parte del Consejo Municipal del distrito capital.
El Parque Norte, ubicado en el corregimiento de Chilibre, llevaba un alto porcentaje de avance cuando se produjo el cambio de gobierno y la llegada de José Luis Fábrega a la alcaldía de Panamá. Con su moderno diseño, incluía en sus veinte hectáreas instalaciones deportivas -canchas, gimnasios, ciclovías, pista de patinaje-, auditorios y estructuras para actividades culturales, mercado, senderos, etc. Toda esa maravillosa oferta para la gente, ha desaparecido de un plumazo.
Por más odio que el señor alcalde pueda tenerle a su antecesor José Blandón o al Partido Panameñista, no hay manera de entender tanta estulticia. Seguir adelante con el Parque Norte, entregarlo para el goce y disfrute de una comunidad tan grande como la que habita en ese sector de la capital, solo puede repercutir en beneficio de su gestión alcaldicia. Le conviene.
Hace rato que los políticos locales andan dando tumbos suicidas. Pero sin duda, José Luis Fábrega lleva la delantera.
La autora es periodista, abogada y activista de derechos humanos