En la tarde del jueves 8 de julio, en Estados Unidos, dentro de un marco de pocas horas, se dieron dos noticias que acapararon los medios de comunicación y las redes sociales dedicados a la Covid-19. Por un lado, la farmacéutica Pfizer anunció su intención de solicitar que la FDA autorice una tercera dosis como refuerzo de su vacuna anticovid. Por otro lado, las tres principales autoridades de salud pública de ese país emitieron un importante comunicado conjunto. La Administración de Alimentos y Medicamentos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y los Institutos Nacionales de Salud (FDA, CDC y NIH, respectivamente, por sus siglas en inglés) unánimemente declararon que aun no llega el momento de recomendar un booster o dosis adicional de refuerzo de las vacunas autorizadas contra la Covid-19. Así mismo, la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud se hicieron eco de dicho consenso.
Los que nos hemos batido en el campo del desarrollo farmacológico, leemos entre líneas un mensaje regulatorio firme que será interesante seguir en las próximas semanas. Y es que los entes rectores de la salud han adelantado que tal decisión no se dará sin que antes se cumplan con los acostumbrados requisitos de estudios adicionales. Se requieren estudios tanto con población bajo riesgo, como con la data debidamente avalada por el método científico y epidemiológico de la Fase IV de desarrollo farmacéutico. En esta fase, posterior a la autorización regulatoria, hay monitoreo en tiempo real, de datos de bioseguridad, y también se recolecta nueva data que justifique una extensión del etiquetado para modificar el esquema original de vacunación.
Los puntos mas importantes de dicho comunicado seguramente escapan al ocio intelectual que no pierde ocasión de criticar las medidas de salud pública para la debida dispensación y uso de las vacunas, de acuerdo con revisiones rigurosas de la data que las apoya. Hay tres puntos que considero vitales para mitigar la esperada reacción de las redes sociales, ya “prometiendo” que se autorizan dosis de refuerzo o aduciendo que las vacunas no están haciendo su trabajo. Resumo, a continuación, los datos importantes de este anuncio y cómo se comparan con nuestra situación en Panamá.
Primero, al igual que Estados Unidos, tenemos vacunas altamente efectivas contra las cepas circulantes, incluyendo la Delta, que aun no es predominante en Panamá. Hasta la fecha, aquellos que tengan su esquema de vacunación completo no necesitan dosis de refuerzo.
Segundo, las personas vacunadas están altamente protegidas contra enfermedad severa y muerte por Covid-19. Las vacunas autorizadas para uso de emergencia en Panamá, Pfizer y AstraZeneca, han demostrado efectividad del 99.7%, con solo un 0.3% de “falla vacunal”. Las fuentes oficiales indican que solo aproximadamente una persona por cada 300 vacunados ha contraído infección y ésta ha sido leve o asintomática.
Tercero, hay un nuevo grupo en nuestro medio bajo grave peligro de enfermedad severa y muerte por la Covid-19. Son los “nuevos vulnerables”, aquellas personas no vacunadas que conforman casi todos los casos actuales de hospitalización y muerte por la Covid-19. Las actuales cepas ya no logran mayor acopio entre los adultos mayores y enfermos crónicos ya vacunados. La nueva tendencia es de pacientes mas jóvenes, de 20 a 49 años de edad, presentándose con casos mas severos y algunos requieren cuidados intensivos.
Los nuevos vulnerables incluyen aquellos con miedo a vacunarse o aquellos que se oponen a la vacunación y, no satisfechos con su decisión personal, contagian el espíritu solidario de los otros.
En Panamá, hay vacunas disponibles para mayores de 30 años de edad y, en áreas de difícil acceso, para mayores de 16 años, con la estrategia de “barrido”. Las vacunas disponibles en Panamá son efectivas y seguras. La pérdida de vida por la Covid-19 supera con creces los raros efectos adversos de las vacunas.
En resumen, no hay indicios de que se recomienda un esquema de tres dosis de ninguna vacuna en Panamá, ni en Estados Unidos ni en Europa. Sabemos que la inmunidad dura al menos ocho meses y, de ser necesario, las fórmulas actualizadas de las vacunas eventualmente podrían ser ofrecidas anualmente, cual lo hacemos con la influenza. El proceso para determinar la necesidad de un refuerzo o booster no será caprichoso, ni basado únicamente en estadísticas extranjeras. Se deberá recoger data cuidadosamente, científicamente avalada y debidamente revisada por autoridades regulatorias de referencia internacional y, en Panamá, por el Minsa y Farmacia y Drogas.
Así como dedicamos la primera fase de la pandemia a proteger a nuestros adultos mayores, ahora debemos volcarnos a instruir y cultivar una actitud de apoyo a la vacunación entre los grupos etarios mas jóvenes, nuestra fuerza de trabajo, los nuevos vulnerables.
La autora es médica, investigadora científica y teóloga

