Cuando el país ya casi olvidaba el estridente e inoportuno discurso presidencial, aparecen ahora señales que dan cuenta de que hay muy en el fondo en el llamado “Buen Gobierno” un plan debidamente concebido para distraer y con ello dilatar las respuestas a la población, y desde luego, crear las condiciones que lleven a realizar acciones que “enmascaran comportamientos” contrarios a los proclamados en la campaña electoral.
Ningún juicio sensato puede justificar el despilfarro de dinero dispensado para altos funcionarios, muchos de ellos allegados al poder. Han sido lo suficientemente hábiles para aprovecharse en favor de sectores bien señalados, mientras la población sigue clamando por agua, vivienda, empleo, seguridad, justicia, salud y seriedad en la gestión pública. Por otro lado tenemos la opulencia de un reducido grupo que entendió que se daba el justo momento político para servirse con tranquilidad.
Ahora bien, mientras queda claramente expresado el programa de los favorecidos, su ejecución igualmente queda totalmente expuesta. Lo peor ocurre cuando se piensa que la astucia es el invento de algunos y la ignorancia, propia de muchos.
Recientemente, el presidente de la República anunció la evaluación de su gabinete. La población esperaba un serio pronunciamiento que diera cuenta de los resultados de la gestión, a pocos meses de transcurrido su gobierno. Con la astucia que dicen tener, levantó expectativas que terminaron en un insustancial e intrascendente pronunciamiento: el 99% está alineado y el 1%, desalineado.
Esta es otra burla a la ciudadanía que tiene al frente a un gobierno que, sin las debidas respuestas, ha ido generando descontento, rechazo, desaliento y desesperanza. Hay una realidad incuestionable, la percepción de la comunidad nacional es que no están bien las cosas. Decía sabiamente el ilustre profesor Sebastián Aguilar (q.e.p.d.) que: “Tontos son aquellos que creen que están engañando a otros pero se están engañando a ellos mismos”.
Pero obsérvese bien, mientras una encuesta anuncia que más del 60% aprueba la gestión del gobierno, no era posible hacer una evaluación contraria , puesto que pondría en duda su correspondencia. No podía decir una encuesta que todo marcha, más allá de las expectativas de la población y una evaluación del gabinete que expresara lo contrario. Pareciera que una cosa embona con la otra.
Planteó que en la operación matemática hubo una inversión de los porcentajes. Tal vez debió señalarse que el 1% está medianamente alineado y el 99%, desalineado.
De pronto, como parece práctica común, la contratación de una “empresa evaluadora” hubiera podido arrojar un resultado algo creíble, pues la realidad de hoy en Panamá es radicalmente distinta a la que “percibe” una encuestadora.
Lo grande en el hombre es reconocer cuando las cosas no andan bien. Ningún favor se hace al gobierno y tampoco a la población apurando una apreciación que en nada contribuye con la solución de los problemas. El doctor Humberto Zárate (q.e.p.d.) dijo que: “La realidad es más rica que la forma de pensarla”. Y, en verdad, tenía mucha razón.
Los gobiernos deben procurar que los pueblos no pierdan la confianza y la esperanza. Lo contrario puede generar desbordes incontrolables.
El autor es docente universitario