Apreciemos el silencio



Hace unas semanas estaba con unos amigos acampando en La Yeguada, Veraguas. Muy bonito lugar, paisajes, clima, buenas anécdotas.

La mañana siguiente nos despierta el tum-patum-pa-tum-patumpa-tum de una canción de reggaetón. No es que tenga nada particular en contra del género, pero sí tengo algo en particular contra las personas que traen una bocina de tamaño tarima de Carnaval a un área de acampar y le “dan valor” a las 7:00 a.m. un domingo.

A ellos les tengo una propuesta bien radical. ¿Por qué no dejar la bocina en casa? La alternativa que les ofrezco es apreciar el silencio. Es algo como esto. Como lo que sientes mientras lees. Un silencio que te deja pensar. Una pausa en la locura de la vida que te ofrece reflexión, tranquilidad, y la fuerza necesaria para retomar el ritmo.

El silencio es el gran maestro. Como dice el autor Mathew Kelly en su bestseller El Ritmo de la Vida: “Puedes aprender más en una hora de silencio que en un año leyendo libros”.

Pero el silencio a veces nos parece extraño, como algo fuera de lugar. No debe ser así. Piensa en tus mejores relaciones. Cuando estás con esa persona con la que puedes permanecer en completo silencio y todavía disfrutar de su compañía. Aunque no estén hablando ambos sienten la conexión.

Ese sentimiento es genial. Pero requiere esfuerzo. Al igual que acostumbrarnos a disfrutar del silencio. Pero una vez que lo logramos, los beneficios pueden ser ilimitados.

Los sonidos de la naturaleza solo se pueden apreciar en silencio. No es por casualidad que en las salas de espera de los dentistas colocan sonidos de naturaleza. Está comprobado que su música nos relaja y recarga de energía. Sin embargo, es imposible aprovechar esa energía que nos brinda la naturaleza cuando tenemos a Romeo Santos a todo volumen exigiendo a nuestros tímpanos que aceptemos sus propuestas indecentes. Los sonidos y temperamento de la naturaleza se viven mejor sin bocinas.

El matemático Blaise Pascale dijo: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre para sentarse solo y en silencio en una habitación ”. Lo que Pascale quiso decir es que muchos errores de juicio ocurren cuando no pensamos claro. Permanecer en silencio, solos, sin ninguna estimulación externa, es la forma más expedita de ordenar nuestros pensamientos y contemplar el mundo tal y como es.

Por esto, los grandes líderes de la historia practicaban el ritual del silencio. El emperador Marco Aurelio —considerado uno de los mejores líderes de occidente— se envolvía en silencio todas las noches para escribir sobre sus vivencias y darse recordatorios sobre cómo debe actuar ante los innumerables obstáculos de la vida.

El silencio es la semilla que nos da nuestros más grandes logros. Cuando reducimos la estimulación de nuestros alrededores, encendemos la estimulación de nuestra mente. Por eso, las mejores ideas nacen estando en silencio. Ya sea meditando, en una caminata, en la ducha, leyendo o simplemente conversando con un amigo. La paz mental es el aire que nos permite crear, planear y encontrarnos a nosotros mismos.

El silencio puede alimentar más nuestra alma que las palabras. Nos puede revelar quienes somos y mostrarnos el camino que estamos destinados a tomar. Aprovecharlo se puede convertir en una de las herramientas más poderosas de autodescubrimiento.

Vivimos en la época con más estimulación sensorial de la historia. Nos persiguen las oficinas abiertas, los pings del celular, la pitadera en las calles, el mal gusto musical. El mundo (y nuestros vecinos) conspiran para arrojarnos sus residuos acústicos día y noche. Y nosotros estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos damos cuenta. No nos podemos liberar en ningún lugar, ni siquiera en medio de la naturaleza.

La única forma de poner un alto es ser estricto con nuestro tiempo de silencio. Así como los bulleros lo son con que no toques sus bocinas. La descontaminación auditiva tiene que ser una prioridad.

Veamos algunas prácticas para cultivar el silencio en un mundo que no se queda callado.

•Meditar.

•Pasar por lo menos 30 minutos a solas

en silencio todos los días.

•Tapones para los oídos cuando estés

trabajando.

•Desconectarte del mundo con un día

sin dispositivos. La primera vez es difícil,

pero vale la pena. Vas a tener uno de los

días más interesantes que has tenido en

mucho tiempo. Las ideas van a fluir.

•Leer, escribir, caminar, hacer

ejercicio sin audífonos o cualquier otra

actividad que te obligue a estar en silencio

y a concentrarte en una sola acción.

Con estas prácticas estoy seguro de que te sentirás más enfocado, relajado y en sintonía con tus objetivos. Y si las intentas y no te convencen, puedes regresar al ruido, este no se va a ir a ningún lado.

El autor es consultor en marketing digital

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