Recientemente, el director de la Caja de Seguro Social (CSS) expuso la gravedad financiera del sistema de pensiones (programa de Invalidez, Vejez y Muerte o IVM). Eso ya lo sabíamos, no hay que ser un Adam Smith, Keynes ni Friedman para comprender aquello; es un asunto de simple lógica. Llegó esto en un momento en el que todos estamos golpeados económicamente, lo cual es una realidad innegable.
El tema debe centrarse en cómo resolver la situación económica de forma integral, y no momentáneamente, evitando cometer los mismos errores de la reforma de 2005, que se quedó cortísima, so pretexto del costo político. De una vez por todas entendamos una realidad de la política criolla, los panameños decidimos hace ya más de un siglo la alternancia en el poder, así que el tan cacareado costo político es una pueril excusa que hasta resulta insultante usarla.
En lo que sí debemos estar claros es que antes de hablar de aumento en la edad de jubilación, se hace necesario establecer si con 240 cuotas (20 años) es suficiente para que alguien se pueda pagar su jubilación. La respuesta es simple: no. Y, por favor, evitemos pagar un solo estudio más, para que nos digan algo que un estudiante de Economía de primer año sabe.
Somos del concepto que en el mundo real en el que habitamos cada cual se debe pagar su jubilación. Cuando converso con amigos de otras latitudes y les comento que aquí hay personas que se pensionaban con 10 años (el caso de los fundadores de la CSS), otros con 15, hasta que la reforma de 2005, tímidamente, lo subió a 20 años, pensarán que los estoy molestando, pero no, así es en este istmo.
Antes de hablar de aumento de la edad, veamos también la posibilidad de darle un nuevo giro al IVM; que sus regentes se dediquen a velar porque cada cotizante pueda recibir su pensión acorde a lo que aportó, así como asumo que se está manejando el Subsistema Mixto, y los fondos que aportamos los profesionales independientes, cumpliendo los artículos 77, 82 y 85 de la Ley 51 de 2005.
Antes de hablar de edad, planteemos la reducción de una gigantesca planilla de la CSS. Cualquiera que paga planilla y visita las agencias de pago estará de acuerdo con esta afirmación. Ese crecimiento desproporcionado es un factor a considerar, ya que contribuye a menguar las arcas de la institución y del fondo IVM.
Sincerémonos si realmente queremos salvar el programa IVM, o si lo que buscamos es que el sistema colapse para que aviesos intereses del mercado saquen provecho de ello. Veremos cómo nos comportamos todos los actores, y si nos podemos empinar por encima de nuestros propios intereses, o si por el contrario nos comportaremos como depredadores: cada fiera toma una porción de esos fondos y al final nos quedamos sin nada.
Salvar el IVM depende de cómo se le explique esto a la población, qué nivel de sacrificio estaremos dispuestos a realizar todos los cotizantes, si podremos analizar la situación sin dogmas, como quien analiza las teorías económicas de Serge Latouche, pero buscando las mejoras de Muhammad Yunus. Por eso creo que en esa junta asesora puede que haga falta un sociólogo; los técnicos no siempre son los mejores vendedores de ideas, y para que esto resulte, además, hay que hacer consenso a través de una consulta amplia. Resulta imperativo saber plantear problemas y soluciones, porque el pueblo es muy astuto y está observando el comportamiento de los distintos actores; con este tema no se puede jugar a las huelgas sin sentido y mucho menos a la política electorera.
Hay que modernizar las inversiones para buscar mayor rentabilidad, pero eso no es patente de corso para invertir estos fondos a la ligera, sin una real y efectiva supervisión; ni que estos se conviertan en una jugosa piñata para beneficio de unos cuantos. La visión que todos compartimos es que deben ser mejor invertidos, buscando su mayor crecimiento, obviamente con el menor riesgo.
Aumentar la edad no resuelve el problema, a menos que sea parte de varias reformas, como las que hemos esbozado en esta cuartilla; lo que sí resulta imperativo es subir el número de cotizaciones, ya que como dice el tango: 20 años no es nada...
El autor es abogado y docente