Hace poco me llegó información de una iniciativa en la región de Coclé, que fue acogida por el alcalde de Aguadulce y apoyada por el director de la Agencia de la Lotería en esa región. Se trata de la distribución, a ocho representantes de corregimiento de Aguadulce, de varias ediciones de la revista cultural Lotería. Al parecer, la iniciativa tiene el objetivo de crear en las juntas comunales de Aguadulce lo que han llamado “espacios para la lectura”, para fomentar el gusto por la lectura en las comunidades. Me comunicaron que la iniciativa fue acogida por los representantes de corregimiento y que van a iniciar un proyecto que pretende crear pequeñas bibliotecas comunales que van a crecer en cada corregimiento.
Cada vez que escucho este tipo de iniciativas, mi corazón late y se rejuvenece. Me digo a mi mismo: “qué bueno, otra biblioteca; otro espacio para visitar y trabajar”. Es, en verdad, motivo de fiesta para nosotros, los escritores y promotores de lectura. Pero también hay que aprovechar estos ánimos para llevarle un mensaje a los políticos que últimamente están mirando a las bibliotecas con buenos ojos y que están apostando por la cultura. Al menos eso parece. Tal vez la capa de ozono les ha afectado o quizá se golpearon la cabeza con un bambú; lo importante es que es algo bueno.
Es un momento propicio para felicitar a los representantes, alcaldes y diputados que están reconociendo que las bibliotecas son un equipamiento cultural importante en la gestión política y cultural. Sumado a estas felicitaciones, que no deben caer en saco roto, queremos darle algunos consejos en torno a las bibliotecas, ya que les preocupan tanto.
Lo primero que podemos decir es que deben tener clara conciencia de que las bibliotecas no son solo ese lugar donde hay libros para ir a hacer la tarea. Si bien es cierto que es un lugar donde hay información que suele ayudar, también es importante entender que las bibliotecas ofrecen un tipo de servicio que va más allá de esa información. Es un espacio dinámico donde se comparte la construcción de conocimiento y se interactúa para fortalecer un sinnúmero de cosas, digamos, para empezar, la identidad cultural y la apropiación colectiva de una localidad.
Los honorables y la comunidad misma deben saber que la biblioteca puede potenciar muchas acciones que van desde gestionar ideas, programas y proyectos, hasta la visualización de las necesidades de esa comunidad. Todo esto con la ayuda de las personas que trabajan en la biblioteca, es decir, la bibliotecaria (que puede ser también bibliotecario, para hablar de equidad).
Los que crean bibliotecas y las gestionan deben, al mismo tiempo, tener en cuenta que, si bien el derecho a la información es la prioridad, esa información debe evaluarse según las necesidades de una comunidad. Es por eso que la biblioteca comunitaria debe tener un acervo e instalaciones adecuadas, equiparado a las necesidades de la gente. En pocas palabras, se necesita recursos. Muchas veces donamos libros a las bibliotecas comunitarias que no le sirven de nada a las personas que viven en los poblados o ni siquiera hay muebles donde poner los libros.
Se debe tener un plan, aunque sea pequeño, que genere dinamismo en la biblioteca. La creación de salas de lectura infantil, por ejemplo, y un espacio para las personas de la tercera edad y para los jóvenes, y tener en cuenta a las personas con discapacidad. El universo es más complejo de lo que parece. No se trata de llevar libros y listo. Incorporar a la comunidad con programas respetando sus identidades, ideas y creencias, porque la cultura es un derecho para todos.
Ese ecosistema de usuarios de biblioteca, por llamarlos de algún modo, representan a la sociedad, a la comunidad, a todos; pero a veces hace falta desglosarlo para que entendamos ese universo. Hablamos de que esas personas que tienen derecho a la lectura y la información son los grupos étnicos o identitarios, la primera infancia, las mujeres lactantes, las personas privadas de libertad (deberían), poblaciones LGTB, personas con discapacidad, personas de la tercera edad, víctimas de violencia de género, migrantes, población reinsertada, jóvenes en riesgo, jóvenes sin actividad fija, personas sin vivienda, personas desplazadas de territorios de violencia y hay más. Toda la población.
Es por eso que se deben impulsar y defender las políticas de desarrollo en torno a la educación y la lectura. Los representantes, alcaldes y diputados deben conocer, aunque sea por encima, las políticas de lectura que existen, las normas y procedimientos que se requieren para que una biblioteca sea un equipamiento cultural con sentido. Es una responsabilidad documentarse y un compromiso hacer cumplir ciertas normas.
Más allá de llenar muebles con libros, que pueden ser hermosas colecciones básicas y recomendadas para las bibliotecas: diccionarios, enciclopedias y literatura en general, hay que establecer programas de promoción y animación a la lectura y para eso se pueden asesorar con la biblioteca pública de su región, que cuenta con personas que han recibido capacitación para eso. Trabajar interinstitucionalmente en equipo es vital.
Felicidades a la gente de Aguadulce que ha tenido esta iniciativa. Gracias por apostar por la cultura del libro. Ahora solo hace falta verdadero compromiso y asumir los retos de una gestión cultural que puede ser un cambio en su región. Cuenten con nosotros.
El autor es escritor.
