Desde Trujillo, histórica ciudad de la costa norte del Perú, el 22 de diciembre de 1823, Simón Bolívar escribió a Antonio José de Sucre, el más fiel y talentoso de sus generales, para evaluar las capacidades del ejército patriota frente a las fuerzas realistas que seguían controlando parte del país. “Tenemos ocho mil hombres en el Perú; han empezado a llegar tres mil colombianos, y vendrán otros tres mil más que he pedido”, comenta a Sucre.
“Cuando recibamos los 6,000 colombianos que están en marcha, tendremos una superioridad que nos pondrá en estado de tomar la defensiva”, agrega.
El objetivo de Bolívar era erradicar el virreinato peruano, que abarcaba hasta el Alto Perú (hoy, Bolivia) y consolidar en todo ese enorme territorio la independencia que José de San Martín había proclamado en Lima, el 28 de julio de 1821, pero que todavía no era completamente efectiva, pues el virrey La Serna, aun cuando abandonó la capital, se había asentado en Cuzco y desde allí seguía mandando en nombre de Fernando VII.
Además, el Libertador quería asegurar la adopción definitiva del sistema republicano, frente a los intentos de algunos independentistas de establecer una monarquía en el Perú, importando, a tales efectos, un príncipe europeo. Bolívar, cuyo compromiso republicano fue una de sus más señaladas y vehementes características, se oponía rotundamente a la continuación de la monarquía en las posesiones españolas.
En la Carta de Jamaica (1815), declaró “que los americanos, ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos”. En su célebre discurso de Angostura (1819), proclamó las bases del republicanismo: “la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”.
El Libertador había llegado al Perú el 1 de septiembre de 1823, tras la invitación del Congreso peruano para encabezar la lucha contra las fuerzas realistas. En su recorrido para definir su estrategia, llegó a Trujillo el 20 de diciembre. “Bolívar y su comitiva”, explica Luis Alva Castro, “fueron recibidos solemnemente en Ascope por el alcalde de Trujillo”, Andrés Archimbaud, natural de Panamá.
No es esta la única conexión panameña que evidencia la mencionada carta del Libertador. A Sucre, quien pronto será reconocido como “gran mariscal de Ayacucho”, Bolívar asevera: “Vienen cuatro mil fusiles navegando del Istmo para acá”, lo cual aumentaría, de manera importante, el arsenal de guerra del ejército patriota.
Más significativamente, dice Bolívar: “El batallón del Istmo ha llegado ya al Callao, según las noticias que tengo”. También se refiere a “300 buenos jinetes” que arribarían de Panamá “con el escuadrón que allí estaba y he pedido”.
Alude el Libertador a la unidad militar que ordenó crear en nuestra capital y cuyo entrenamiento encomendó al oficial irlandés Francis Burdett O’Connor, quien había ingresado al ejército patriota. De acuerdo con Ernesto Castillero Reyes, en su Historia del Salón Bolívar, el abandonado convento de San Francisco, expropiado por el gobierno tras la independencia, “fue destinado a cuartel para alojamiento y entrenamiento del Batallón Istmo que combatiría en Suramérica en defensa de la libertad”.
En su Vida del general Tomás Herrera, afirma Ricardo J. Alfaro que “muchos jóvenes entusiastas, de las principales familias de Panamá”, entraron al servicio militar. Aparte de Herrera, menciona a “Sebastián de Arze, Bartolomé Paredes, José Antonio Miró, José María Alemán, Benito Lecaro y Francisco Gutiérrez”. A Herrera se le encomendó el reclutamiento de personal en el interior para reforzar el batallón “y fueron tan eficaces las medidas que tomó para lograr su objeto, que pudo reunir en pocos días el número de hombres necesarios”.
Según Alfredo Castillero Calvo, estas levas “irritaban a los pueblos del Interior, ya que los dejaban sin brazos para la agricultura”. Aun así, se pregunta en su monumental obra 1821, conmemorativa del bicentenario: “¿De qué otra manera iba a reclutar, como se hizo, a 700 hombres de armas?”
Muchos panameños participaron en las guerras de independencia de Suramérica, como lo sugiere el texto de Bolívar hoy comentado. José Domingo Espinar formó parte de la expedición libertadora del Perú, bajo las órdenes de San Martín y de las campañas del sur, dirigidas por Bolívar.
José Antonio Miró realizó “toda la campaña de Ecuador y Perú”, revela Rodrigo Miró, en su opúsculo sobre su ilustre ascendiente (1975), agregando que “consta que se halló en las acciones de Pichincha y Guaranda”, así como en las de Junín, Matará y Ayacucho. Tomás Herrera estuvo en el teatro de guerra peruano y, tras la batalla de Ayacucho, que puso fin al virreinato, fue ascendido a capitán del ejército colombiano.
En una reciente conferencia, Ana Elena Porras destacó la participación de patriotas panameños en varias actividades por la independencia de países hermanos, entre ellas, las mencionadas batallas, las cuales—explica— “sellaron la independencia de las colonias de España en América, incluyendo por supuesto la de Panamá” (La Estrella de Panamá, 25 de noviembre).
Tal cual lo señala la doctora Porras y lo corrobora la carta del Libertador, fechada el 22 de diciembre de 1823, el hecho de que no hubiese derramamiento de sangre durante la independencia de Panamá no significa que muchos panameños no se sacrificaron y se inmolaron en acciones heroicas por la libertad y la causa republicana. Estos detalles son útiles para responder a quienes no descansan en su objetivo tergiversar, ridiculizar y denigrar nuestro proyecto independentista.
El autor es politólogo e historiador; director de la maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá; y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá


