IDENTIDAD DE NACIÓN

No caigamos en provocaciones: Ramón Zafrani

Les habla un panameño orgullosamente nacido y criado en este gran país. Mis abuelos y bisabuelos llegaron aquí en busca de la libertad para establecerse, trabajar dignamente y hacer de este bello sitio su hogar. Por eso, me preocupan enormemente los últimos acontecimientos de confrontación que se han ventilado tanto en los medios tradicionales, como en las redes sociales, pues rayan en el odio y la xenofobia.

Si bien los comentarios de algunos inmigrantes me parecen fuera de lugar, conozco a muchos otros que –al igual que mis ancestros lo hicieron en los albores de la República– han llegado en los últimos años en busca de lo mismo: libertad para vivir, trabajar de forma digna y alcanzar sus sueños. Los comentarios generalizados de odio hacia los extranjeros (no importa su país de origen) son lamentables y van en contra de nuestra tradición, como Nación, son antipanameños.

A través de la historia de Panamá, la moderación y la tolerancia (no la confrontación) han sido la clave del éxito, tanto en el ámbito local (un país pacífico en crecimiento) como internacional (un país con una tradición de facilitador en la resolución de conflictos, neutral y abierto al mundo). En otras palabras, Panamá y los panameños somos prácticos y pragmáticos. Ese pragmatismo nos llevó a recuperar el Canal, entendiendo que una solución negociada (que no fue fácil ni estuvo exenta de concesiones) con Estados Unidos era mejor que una confrontación. Estoy seguro de que si las cabezas calientes se hubiesen impuesto, aún tendríamos la Zona del Canal y las bases militares aquí.

La historia deja claro que cuando la confrontación y la intolerancia se imponen, el país y el pueblo sufren. Recordemos la crisis de finales de la década de 1980, cuando la dictadura propició la confrontación, la lucha de clases, el odio y el terror, lo que hizo que la invasión fuera la única salida a esa terrible situación.

Tras esos lamentables sucesos, el presidente Guillermo Endara sentó la tónica del pragmatismo y la tolerancia que mantuvieron (en mayor o menor proporción) los gobiernos subsiguientes de la era democrática. Eso, sin duda, ha sido beneficioso para Panamá.

Hace solo algunos días, durante la VII Cumbre de las Américas, el país retomó su tradición de pragmatismo y tolerancia y logró reunir a dos viejos enemigos, para que abran un canal de comunicación y, eventualmente, restablezcan relaciones diplomáticas.

No seamos, en casa, la antítesis de lo que somos para el mundo. Es injusto decir que nuestro progreso se debe exclusivamente a los inmigrantes. Sin embargo, la mayoría de ellos es gente honesta y trabajadora y que contribuye, día a día, al crecimiento del país y ayuda a forjar nuestra identidad. No dejemos que un absurdo seudonacionalismo se imponga sobre aquellos valores que nos han hecho exitosos, como Nación y como pueblo. La historia no me deja mentir, por eso, estoy seguro de que mantener nuestra tradición de gente pacífica, diversa, práctica, pragmática, tolerante y neutral es lo mejor para nuestro futuro.


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