Li Chen, emperador de la dinastía Tang, era caprichoso y excéntrico. Cuando Anam (Indochina) formaba parte del imperio, se producían frecuentes conflictos en vista de que las maderas de Anam servían igual para construir barcos que para edificar la Ciudad Prohibida en el siglo XV.
Pero Anam era famosa también por sus cangrejos, que hacían las delicias del emperador, a quien le llegaban frescos pese a la distancia. Los emperadores chinos fueron los pioneros de la globalización, puesto que traían caballos del Tíbet y Mongolia; jirafas, leones y elefantes de África y dátiles del Medio Oriente (las concubinas que traían de Corea no eran parte de la globalización, porque a Corea no iban concubinas chinas).
La Anam de Panamá cuenta, pues, con nombre auspicioso, pero nuestros anamitas no le han rendido honor, ya que, siendo su obligación velar por bosques, suelos y aguas, se han convertido en sus verdugos. En vez de ser nuestros defensores, los anamitas panameños prefieren ser como los cangrejos de Li Chen, que daban dos pasos hacia delante y tres hacia atrás.
La Anam le abrió un proceso administrativo a Minera Petaquilla en 2005, por no contar con un estudio de impacto ambiental (EIA), pero no la multó ni ordenó su suspensión. En 2006, la Anam promulgó un decreto que penaliza a las empresas que operan sin EIA, sin aplicárselo. El 22 de abril de 2007, la Anam denunció que la minera había devastado 27 hectáreas, pero dejó que continuara la destrucción, hasta 163 y muchas más. El 14 de diciembre la minera Petaquilla organizó un falso “foro público” que devino en circo, pero la Anam, en vez de multar a la empresa por este y los anteriores delitos, dejó que siguiera la destrucción e incluso la asesoró.
Minera Petaquilla interpuso un recurso de ilegalidad al proceso administrativo abierto en su contra, pero la Corte Suprema de Justicia decidió el 30 de octubre de 2008 que la empresa debía acatar la legislación. Minera Petaquilla solicitó una “aclaración de sentencia” que no era sino un recurso dilatorio, y la Anam declaró que nada podía hacer hasta que la Corte se pronunciara. Sin embargo, Minera Petaquila continuó depredando y contaminando.
La Corte Suprema ratificó su sentencia, y las comunidades cerraron la carretera dentro del proyecto minero el 15 de octubre. El 3 de noviembre, Minera Petaquilla admitió que no contaba con un estudio de factibilidad y que el proyecto no era seguro.
Las comunidades protestaron el 12 de noviembre ante la embajada de Canadá y en la propia Anam, exigiendo el cierre de la mina. El 18 de noviembre, Mining Watch Canada advirtió las dificultades del proyecto en vista de sus graves carencias legales, ambientales y financieras y de que el mismo no contaba con el respaldo de una empresa seria luego de las diferencias entre canadienses y panameños (Mining Watch: inversión en mina Petaquilla no es segura, La Prensa, 18 de noviembre de 2008).
El 21 de noviembre la Anam multó a la empresa por algo menos de dos millones de dólares y ordenó por primera vez su suspensión. Pero la empresa ni pagó la multa ni suspendió sus trabajos. Todo lo contrario: pidió reconsideración y aceleró la destrucción en Petaquilla.
Pero apenas cuatro días después, el 25 de noviembre, en lugar de ratificar la sanción descrita, la Anam anunció la aprobación del EIA de Petaquilla Gold, dejándonos estupefactos. ¿Cuándo aprobaron las comunidades el EIA?
¿Cómo se compaginan tantas denuncias en tres años de incumplimiento, violación y desacato, sin que la empresa sea multada o suspendida, y que, cuando lo sea, Minera Petaquilla haga caso omiso? ¿Cómo explicar que el proyecto minero no solamente no suspenda labores sino que se la premia con la aprobación de un EIA, inexistente pocos días antes? ¿Cómo y por qué la Anam cambia tan drásticamente su posición entre el 21 y el 25 de noviembre y diga que “aquí no pasa nada”?
“Anam” también deriva del árabe y significa “alma”, pero nuestra Anam no la tiene. Y en la Anam antigua, “anam” era un palo o vara que sostenía sacos de arroz en cada extremo, conocidos como “Indochina” y “Tonkín”. ¿Cómo se llamarán los dos sacos de oro que cuelgan del “anam” de nuestra Anam: ¿Fifer y Nankíng?