Corby Kummer escribe una columna en The Atlantic Monthly titulada A restaurant worth building a trip around (o sea, un restaurante que vale el periplo), sin duda inspirado en el célebre vaut le voyage (ídem) de la Guía Michelin, la biblia del gastrónomo francés. Y aunque sí existen muchos sitios de belleza extraordinaria a apenas horas de la capital, a excepción del Hotel Panamonte (que no reúne este último requisito de proximidad, a menos que tengas tu propio avión), hasta ahora no habíamos tenido uno como el nuevo restaurante de Lourdes Ward en El Valle de Antón, para emular a los europeos que, llegado el domingo, viajan varios kilómetros a un pueblito en la campiña, donde proceden a disfrutar de un almuerzo o cena civilizadamente.
En una nueva residencia de impecable buen gusto diseñada por Jorge Zarak, que evoca a una villa toscana con algunas referencias a una hacienda mexicana como el tono salmón de las paredes y los toques de fuchsia y verde limón salpicados a través de los elegantes interiores, Ward nos hace sentir bienvenidos tan pronto cruzamos el umbral. Apenas divisamos el piano de cola de Golosinas nos sentimos como en casa porque este, en realidad, es Golosinas Oeste. Antes de pasar al área de comer (puedes optar por el comedor o por la terraza), sentados en la cómoda sala, ojeamos el menú y divisamos varios de sus portaestandartes: la hamburguesa, la parihuela o el cheesecake de caramelo. Además de estos clásicos de su cocina, en consonancia con el paraje campestre, Ward se apoya mucho en la barbacoa para asar carnes y vegetales, como en el caso del hongo portobello con infusión de oporto, o el contorno de papas y chayotes que acompañó a nuestros platos fuertes.
Pero vamos en orden: de entrada disfrutamos de unas cro-tetitas (sic) de camarones con tártara de cilantro, absolutamente sublimes y buenas para quienes comen con mesura, porque la ración es bastante pequeña. Para los apetitos más vigorosos, está el típico pan de campaña relleno, que Ward esta vez presenta con queso, chiles mexicanos (ancho y de árbol) y chorizo. De las dos sopas del menú, la parihuela y la ribollita, los dos, RDT y yo compartimos esta última, típicamente toscana, aunque me alegra decir que no tenía tanto pan como las versiones de allá, y al quedar más caldosa dejó espacio para los platos fuertes. En estos últimos también se sintió el saborcito rico de la asadora; la enorme chuleta de cerdo venía con una salsa barbacoa a la guayaba con un toque de oporto y otro de anís; las chuletas de cordero al ajo y al romero vinieron con jalea de menta y el turnedó de res, envuelto en tocino, no necesitó más que la mantequilla a las finas hierbas que lo bañaba.
Si bien es cierto que Ward es una de las mejores chefs de la plaza, como repostera es extraordinaria: nadie es capaz de igualar su cheesecake al caramelo, por ejemplo. Esta vez también probamos el chocolate truffle turtle tart, una confección a base de chocolate, nueces y caramelo que es más adictiva que la nicotina, y la tarta de limón (o tarte au citron, como reza el menú) con almendras, que brilla con luz propia. Ward ha instalado una pequeña cava (donde pueden comer hasta seis personas) muy bien surtida, con propuestas para todos: desde vinitos muy razonables hasta pesos pesados como el Vega Sicilia. En resumen, ça vaut le voyage. Dixit
4 estrellas Presupuesto:$ 3 Relación costo-calidad: Ribollita ($4.00), Turnedó a las brasas con mantequilla de hierbas frescas ($12.00) Recomendados: Chuleta de cerdo en salsa de guayaba y oporto (12.50), croquetitas de camarones con tártara de cilantro ($5.00); tarta de limón ($4.00) Acceso a discapacitados: Rampa por la parte de atrás. Teléfono: 983-6450 Horario: Vie 6:00 p.m. -12:00 m.n.; Sab 12:00 a.m. – 12:00p.m. ; Dom 12:00 – 6:00 p.m. Dirección: El Valle de Antón, Aceptan: visa y master card
