El colectivo político Cambio Democrático fue creado únicamente con un propósito: tener un respaldo legal para postular a Ricardo Martinelli a la Presidencia de la República y obtener el control político del país, como efectivamente ocurrió en su momento.
El proyecto de Cambio Democrático había sido concebido por su creador muchos años antes de 2009, cuando el propio diseñador empezó con una campaña “camuflada” con el otorgamiento de becas a jóvenes humildes de nuestro país, lo cual abonó, de manera efectiva, a la imagen de “persona preocupada ante el mal de los más humildes”.
Los partidos “globos” o sin ideología, como Cambio Democrático, nacen como una especie de inversión para obtener grandes beneficios si logran llegar al poder. Es lo mismo que ocurre con cualquier “apuesta” como la reflejada en la hípica, en la cual, primero se compra el caballo, luego se entrena y se consigue un jinete experimentado para competirlo por una bolsa sustanciosa.
Sin embargo, al igual que la vida productiva de los cuartos de milla, cuando estos dejan de dar dividendos, entonces el caballo es sacado de la competición y es olvidado en algún establo, para invertir en otro alazán que siga prestándose para optimizar otros beneficios, como efectivamente lo constituye la creación del nuevo proyecto martinellista, Realizando Metas (RM).
Los partidos políticos que nacen sin proyectos políticos coherentes y bajo la sombra de mamotretos en los cuales los “papeles aguantan todo lo que le pongan”, tienen una vida perecedera, ya que cuando la persona que los construye se retira o fallece, los mismas agrupaciones tienden a desvanecerse, como ya ha ocurrido con partidos similares en el pasado.
Como este tipo de partidos nacen con dueños y sin principios, igualmente sus integrantes son bautizados con el mismo ADN, que lleva implícita la mezcla del clientelismo y el oportunismo en su más clara expresión. De la misma forma, la lealtad solo se mantiene en base al código inquebrantable de los mercenarios políticos. O sea, el “que hay pa’ mí”.
Las traiciones y el “guabineo” están a la orden del día en este tipo de partidos, entendiendo por este último concepto, la manera poco precisa y de mucha ambivalencia a la hora de optar por un voto o respaldo. Una muestra de ello fue cuando Ricardo Martinelli estuvo detenido en Estados Unidos y su otrora hombre de confianza Rómulo Roux se apropió de Cambio Democrático, incluso, con el voto de los mismos diputados (as) que ahora le adversan y se inclinan nuevamente por su antiguo “jefe” Ricardo Martinelli.
De muchos ya es conocido que RM, que incluso lleva las mismas iniciales del nombre del propietario, como si se tratase de un novillo que se marca para recordar quien es el legítimo mayoral, ha sido promocionado para servir de mecanismo de presión ante determinados intereses muy particulares.
Al parecer, los votos que Crispiano Adames recibió por parte de los diputados “leales” a Martinelli ya llevaba el estigma de futuros favores y hoy nos enteramos, a través de varios medios de comunicación, que dichos favores apuntan a presionar para que la Cancillería de Panamá se pronuncie a favor de la situación por la que atraviesan los hijos del “dueño” de RM, que se encuentran detenidos en Guatemala.
En Panamá, es muy probable que la justicia se acondicione a los apellidos de poder económico o a quienes detentan el poder político; sin embargo, en otras latitudes, al parecer, no se maquinan las cosas con esa misma óptica.
La carta a la Cancillería de Panamá para obtener el “favor” a “cambio de” tiene estampadas las firmas de diputados del PRD que son considerados dentro de su propio colectivo como “quinta columnas” o verdaderos “caballos de Troya” que trabajan para el beneplácito de Martinelli.
El PRD, que es considerado uno de los partidos con más trayectoria en Panamá y que se supone nació con algunos lineamientos muy “sui generis”, debe evaluar muy mesuradamente el respaldo a Martinelli, ya que es preferible perder unas elecciones coyunturales con algo de pudor que quemarse en el fuego soluble de un mal matrimonio.
Recuerden que el tiempo de los partidos está llegando a su fin, precisamente, por muchas “prácticas” cuestionables y alejadas de toda ética y moral.
El autor es sociólogo y docente


