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Changmarín y la literatura infantil

Changmarín y la literatura infantil
Carlos Francisco Changmarín.

El 26 de febrero de 1922, nació Carlos Francisco Changmarín en un caserío de Los Leones, en el distrito de Santiago, provincia de Veraguas, República de Panamá. Se nos fue un 5 de diciembre de 2012. Si estuviera vivo hoy cumpliría 100 años. Changmarín fue un poeta, cuentero, maestro, escritor, periodista, pintor, músico, folclorista y político. Sus convicciones ideológicas y sus ideas progresistas le costaron la persecución y la cárcel.

Sus valores humanos, su amor por la justicia, el fervor por la patria y la lucha por la soberanía lo llevaron a conseguir un lugar privilegiado en la historia de la lucha social y en la cultura nacional.

De criaturas como Changmarín se podrían escribir miles de páginas, porque su vida está llena de historias que habitan la memoria de los que lo conocieron. Changmarín fue uno de esos seres que pertenecen a una raza casi mitológica, porque gente como ellos quedan pocos. Una especie de humano en peligro de extinción con una pedagogía basada en la enseñanza de la sensibilidad por la naturaleza, el respeto al campo, el amor por las cosas simples y valiosas como la patria, la familia, la amistad, la justicia, la solidaridad.

Cuando uno quiere comprender la trascendencia de un hombre que se ha dedicado al arte y la educación como herramientas para transformar el mundo, debe prestar mucha atención a su obra. Y la producción literaria infantil de Changmarín es la clave para entender su cosmovisión y su relación con el mundo. Un mundo que, pese a sus contrariedades, el poeta le da posibilidades para aprehender su esencia.

Estoy convencido de que toda la obra de Chico Changmarín es importante, pero fue la que escribió para los niños la más vital. Sin menoscabar y desvalorar la literatura no escrita para niños, como sus hermosas décimas con contenido patriótico que fueron buen escudo contra la presencia yanqui que lastimaba nuestra soberanía, sin la menor intención de restarle valor a sus cuentos y novelas, pienso, tal vez porque también creo en que debemos cuidar primero a los niños para poder cuidar al mundo, que los cuentos y poemas para niños y jóvenes que el poeta veragüense escribió reúnen todos los valores del universo changmarineano.

Quiero fortalecer esta idea y citar un libro póstumo reciente de Changmarín, titulado Te cuento otros cuentos. La obra es un esfuerzo de la Fundación Carlos Francisco Changmarín, con el auspicio del Ministerio de Cultura, para conmemorar el natalicio de su centenario. Muchos ya conocen su obra infantil, como La muñeca de tusa, Los versos de muchachita, Las tonadas y cuentos de la cigarra, El cholito que llegó a general, Las gracias y desgracias de Chico Perico y Poemas y cuentos para niños de Panamá y el mundo. Todos de gran valor estético y con un fondo temático esencial.

Te cuento otros cuentos es una pieza maravillosa que desde ya debería de ser recomendada como lectura entusiasta (no me gusta la palabra “obligatoria”) para la escuela. Está dividida en tres partes: Cuentos que son poemas, Cuentos y Orientaciones para los maestros y maestras, que es un pequeño ensayo de la autoría de María Gabriela Carrizo Méndez Changmarín, quién es educadora en párvulos.

La lectura de estos poemas-cuentos nos pone en contacto con la vida cotidiana y situaciones muy parecidas a la realidad porque, precisamente, de eso se trata la literatura: construir una relación simbólica con el mundo y aprender a confrontar, a través de la experiencia de la imaginación, a otros seres muy parecidos a los humanos. Son cuentos, casi fábulas, con personajes animales y humanos que atraviesan las difíciles circunstancias de la experiencia de vivir.

Algunos de los cuentos son inéditos y otros ya publicados. Las ilustraciones están hechas por el mismo autor y otras por sus bisnietos/as. Tanto los poemas como los cuentos son un manantial fresco de historias escritas para que el niño pueda acercarse con humildad a los valores humanos, sin la necesidad de sentirse como tonto, como algunos autores suelen hacer; por lo contrario, estas historias llevan al niño por senderos donde, sin darse cuenta, los valores, la ética, la moral, el hecho estético y la imaginación creadora son la base para que él logre reconstruir un mundo que está en peligro.

Quiero cerrar estas notas con un fragmento del ensayo de María Gabriela Carrizo Méndez Changmarín que está en el libro y que es menester que los maestros lo lean con cautelosa precisión. El extracto es una cita de Carlos Changmarín y nos revela su noción de la lectura y escritura de una obra para niños:

“Reducir la obra literaria, llámese poesía, cuento, novela o drama, a simples recursos mnemotécnicos, o a material didáctico subalterno de otras disciplinas es una equivocación con implicaciones muy negativas. Por ejemplo, la poesía no tiene que ser particularmente didáctica; su objetivo no es enseñar a leer, escribir, portarse bien o instruirse en ciencia y matemáticas. Esto es un error cuya tendencia se ha desarrollado mucho en nuestra escuela pasiva y rutinaria”. (Changmarin, Poesía y didáctica escolar, 2004).


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