Oigo decir en los canales de televisión que “el pueblo quiere justicia”. La verdad es que el pueblo solo se queja, pero aún no se ha manifestado y dudo mucho que lo haga ¿Por qué? Son muchos factores, pero yo los vinculo a la dictadura militar. Antes de los militares también había corrupción, pero el pueblo se manifestaba más. Después del golpe militar, a no ser por la Cruzada Civilista que surgió del accionar gringo, el pueblo perdió interés en manifestarse.
¿Por qué los militares? Porque nos dejaron la lección de que “tomarse las cosas a la fuerza, alegando justicia social es lícito” o “repartir lo que te tomas a la fuerza, alegando justicia social, es lícito”. Crearon una conciencia civil servil, con bajo precepto moral, pasiva violenta, que cree tener derecho a todo. Y peor aun, que deben ir a tocarle la puerta para dárselo. No importa que quien se lo dé sea un corrupto golpista, siempre que se lo dé, y rápido.
Ahora hay un grupo de gente interesada en “hacer justicia”, y son los que están moviendo todo. Pero ellos, más que nadie, saben que el pueblo está detrás de sus escritorios cuidando su pan, cuando no debajo de la cama, cuidando su pellejo. ¿Por qué lo digo? Porque con todo lo que se ha sabido aquí, en otros países ya habría una revolución social. En Panamá no. Es como la mujer abusada y maltratada, a la que le muestran las vilezas del marido pero ella mira para otro lado, en síndrome de negación, comodidad o cobardía.
Hace unos días, me llamó la atención que un grupo de panameñas, seis mil, se reunieron para bailar una disciplina y romper un récord mundial. Si tan siquiera pudiéramos poner a seis mil personas frente a los negocios y residencias de los maleantes que nos robaron, sí habría una reacción social. Entre tanto, quisiera saber si en los dos únicos eventos organizados contra la corrupción, desde que se destapó la cañería, se pudo convocar a seis mil personas.
Lo peor es que hay gente que justifica, de forma paupérrima, lo que hizo el gobierno anterior con lo que hicieron los predecesores. Cuando la sospecha pasa a la confirmación, el afectado está moralmente obligado a actuar con mayor severidad. ¿Por qué? Porque hay testigos y declaraciones públicas. En Panamá no, aquí dicen: “los otros también robaron; juzguemos a todos”. Es lo que yo denomino la cláusula de la sinvergüencería y la estupidez masiva. Como si las faltas de unos condonaran las de otros. O, como dice el refrán, “mal de muchos consuelo de tontos”. También hay quienes dicen por ahí: “¿Para qué protestar, si le hacemos el favor a otro tipo de poderosos?”, refiriéndose a los que adversan al pasado gobierno. Pues, precisamente, para que todos los poderosos, estos, los que pasaron y los que vendrán, sepan que el pueblo tiene voz y acción. Que el país lo componemos todos, no unos pocos que se destripan entre sí o se rotan el poder, como otrora los militares.