La semana pasada, un grupo de conocidos activistas sociales de diversos ámbitos y agrupados en la iniciativa “Cuidemos Panamá”, presentaron al país el “Plan Panamá: transformando el poder para una Nueva Nación”, como una ambiciosa propuesta de políticas públicas con miras a lo que parece cada día más urgente: un nuevo pacto social que saque al país del desastre institucional y social en que se encuentra. Un desastre que no es nuevo, pero que se ha hecho más dramáticamente evidente estos días.
La propuesta es el fruto del trabajo común de un vasto grupo de panameños que decidieron romper el aislamiento provocado por la pandemia, logrando una creación colectiva de enorme valor.
El lanzamiento del plan fue también una invitación a la reflexión y a la acción; un llamado a participar “en la construcción de un nuevo país, en que todos y todas tengamos un lugar, con formas innovadoras y equitativas de producción, distribución, consumo y convivencia ciudadana, donde el centro sea el respeto a los derechos de todo ser vivo, empezando por la madre naturaleza...” (ver documento completo en https://bit.ly/PlanPanamaDigital).
El “Plan Panamá” es un nuevo intento de recomenzar en serio para beneficio colectivo. Una asignatura pendiente; un nuevo esfuerzo que se suma a una larga historia cargada de ilusión, desencanto y frustración.
Recordemos, por ejemplo, la Visión Nacional Panamá 2020; un arduo trabajo colectivo realizado entre 1997 y 1998, con la participación de representantes de centros académicos, organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos, gremios empresariales, sindicatos, que dio como resultado una esperanzadora descripción de un Panamá posible.
El país que dibujó la Visión 2020 era así: “Panamá es una nación soberana, democrática y multicultural, que goza de un pleno Estado de Derecho. El Istmo, como puente geográfico y biológico de las Américas, es uno de los más importantes epicentros de ciencias tropicales, terrestres y marítimas del mundo, y uno de los más importantes centros de actividad económica de América Latina. Panamá ha desarrollado en forma sustentable sus ventajas competitivas sobre la base de la educación, la salud, el empleo y la productividad, lo que ha permitido remuneraciones adecuada a su población. Las personas en condiciones vulnerables reciben una atención equitativa y un trato solidario. La sociedad panameña mantiene una alta calidad de vida y la riqueza de su patrimonio natural y cultural”.
Obviamente, esa visión había que transformarla en realidad, con tareas claramente identificadas y actores que debían llevarlas a cabo. No era una visión utópica, sino una meta por alcanzar con el trabajo comprometido de todos. No fue posible.
En 2003, cinco años después del lanzamiento de los acuerdos, los documentos acumulaban polvo ante la frustración de los que participaron en el esfuerzo. Por ello surgió el llamado “equipo dinamizador”, que buscaba volver a poner la Visión 2020 en la agenda nacional, con fórmulas de medición de avances. “El país necesita elevar su consciencia para poder lograr las metas y objetivos planteados… No basta conocer los problemas que atravesamos, pues requerimos superar esta apatía que nos inmoviliza…”, alegaba entonces el extrañado sacerdote católico Néstor Jaén, uno de los entusiastas promotores de la Visión 2020.
Y hace solo tres años, en 2017, y con el horizonte de la campaña electoral de 2019, la dirigencia de la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, solicitó que los candidatos retomaran los objetivos de la “Visión Nacional Panamá 2020”. Todo en vano.
En este año 2020 marcado por la pandemia y sus nefastas consecuencias -tan distinto al que imaginaron quienes participaron en aquella Visión Nacional-, es preciso recobrar la senda perdida, desempolvar los viejos acuerdos y sumar los nuevos que permitan conjurar los peligros que hoy enfrentamos.
“Construir una visión significa partir de la constatación de que existen muchas realidades que deben ser superadas, y que son necesarios procesos de cambios para erigir ese país que se quiere y se puede”, comentaba en su momento Raúl Leis, otra figura clave de la Visión 2020 y de tantos esperanzadores procesos, que nos llevaron de la tragedia de la invasión hasta convertirnos en un país soberano en todo su territorio.
La crisis de salud pública que ha puesto al mundo de rodillas, debería ser también una oportunidad para recuperar la senda perdida hace rato. Si realmente queremos un mejor país, podemos hacerlo; solo se requiere que elevemos nuestras consciencias, como nos pidió el padre Jaén.
La autora es periodista, abogada y activista de derechos humanos