Hace unos días leí un muy interesante artículo del escritor nicaragüense, Sergio Ramírez, sobre las teorías conspirativas, y en especial sobre aquel atroz panfleto llamado “Los protocolos de los sabios de Sión”, como muestra de que lo que sucede estos días, con todos aquellos agrupados en torno a desquiciadas teorías surgidas de los más oscuros rincones del internet, no es en realidad algo nuevo.
Obviamente tampoco es nuevo el peligro que representan y el daño que causan. Lo sucedido el pasado 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos da buena cuenta de ello. Y en cuanto al pasado, los terribles “Protocolos” -que hablaban de una conspiración judía para controlar el mundo-, fueron el sustento para las agresiones y linchamientos públicos contra los judíos -progroms- que ocurrían en Rusia desde el siglo XIX y, por supuesto, el horror del Holocausto que, justamente ayer 27 de enero, se conmemoraba.
Curioseando sobre la historia de “Los Protocolos”, constato la peligrosa fuerza de la mentira, y la irracionalidad que parece ser parte de la naturaleza humana. El relato es asombroso, pero solo puedo citar algunos hitos.
Desde 1921 y gracias a las investigaciones de Philip Graves, corresponsal del diario inglés The Times en Estambul, se supo que se trataba de un invento de la policía secreta zarista, que había utilizado textos de la obra “Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” del francés Maurice Joly.
La obra de Joly publicada en 1860 -una crítica al régimen de Napoleón III-, narraba un encuentro en el infierno entre el autor de “El espíritu de las leyes”, convencido de que las instituciones democráticas son una conquista irreversible y emancipadora de los pueblos, y el astuto florentino que teorizó sobre el despotismo, alegando con vehemencia que, bajo el barniz democrático, puede instalarse una forma de autocracia.
Y justamente son los argumentos de Maquiavelo, los que copia la policía zarista para escribir los “Protocolos”, empezando con aquello de que “el instinto malo es en el hombre más poderoso que el bueno… el temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que la razón….”. Sin duda Maquiavelo conocía muy bien la naturaleza humana.
Los plagiadores copiaron esta y otras afirmaciones de Maquiavelo, y las pusieron en boca del supuesto grupo de poderosos judíos que “conspiraban” para dominar y controlar a la humanidad. Todo mentira, tal como lo probó la investigación del periodista del Times.
El documento que apareció en Rusia en 1905, viajó a Europa en la década de los años 20, encontrando en la Alemania quebrada por las imposiciones del Tratado de Versalles, el terreno fértil para echar raíces, provocando los horrores ocurridos bajo la dominación nazi. La historia habla incluso de que fue ideado justo cuando en Francia ocurría el famoso caso Dreyfus, logrando un gran auge a partir de la Revolución rusa de 1917, que fue vista como parte de la profecía de “Los Protocolos”.
En Estados Unidos, encontró en el magnate Henry Ford un convencido de la “conspiración judía internacional”, por lo que financió la publicación y divulgación del panfleto, que aún forma parte del entramado de alocadas conspiraciones que no solo siguen vigente, sino que engendran nuevas.
¿Por qué tienen tanto éxito las mentiras conspirativas? El siempre lúcido Humberto Eco pensaba que esas teorías atraen a quienes sienten que se le ha negado información importante.
La interpretación recelosa nos absuelve de alguna manera de nuestras responsabilidades, porque nos hace pensar que se oculta un secreto, y que esa ocultación constituye una conspiración contra nosotros.
“Sencillos y letrados, todos somos hijos del mito, y es tentador siempre pensar en términos de fabula; en terreno pantanoso, la conspiración y la profecía se ven a sus anchas para urdir explicaciones diarias del mundo, desde las catástrofes naturales a las guerras…”, afirma Sergio Ramírez en el artículo citado.
Y por esos lares, recordemos que algunos de los argumentos de una masa fanatizada que salió a las calles para impedir que nuestros jóvenes obtuviesen información sobre salud sexual en el sistema público de educación, era -y seguramente sigue siendo- que se trataba de una conspiración de Naciones Unidas para reducir la población del planeta. Y lo mismo alegan para negarle el derecho del matrimonio a las personas del mismo sexo. Irracionalidad que tiene al miedo como origen, y la discriminación -cuando no el horror- como resultado.
Así, preferimos ver un complot en un proceso de educación a nuestros jóvenes que los liberen de tabúes y les proporcionen herramientas para defenderse de tanto depredador. La realidad de tantas chicas y chicos violados, embarazos no deseados y vidas truncadas, preferimos no verla. ¡Cuánta irracionalidad!
La autora es periodista, abogada y activista de derechos humanos