Como todos los seres humanos, los panameños tenemos nuestros defectos, pero también nuestras virtudes. Entre éstas está nuestro profundo amor por nuestro país y que hemos demostrado sabiduría colectiva para resolver nuestros problemas sin matarnos, sino hablando, dialogando, respetando y consensuando.
Así logramos muchas cosas, siendo las más significativas el acuerdo operativo de nuestro Canal de Panamá y sus tierras interoceánicas. Quienes estuvimos en esos diálogos de toda la sociedad (convocados por el PNUD), primero en Bambito y luego en los dos que se dieron en Coronado, experimentamos entre nosotros lo que era un debate de momentos verbalmente violentos, pero que terminaron en un consenso nacional de toda la sociedad y, al final, cantamos nuestro himno con lágrimas en los ojos al no poder creer lo que habíamos logrado todos juntos. ¡Todo por nuestro país!
Esa vivencia entre todos los sectores de la superficie del país hace vibrar el corazón para que en todo actuar pongamos siempre la nación de primero.
Hoy hay otro importante diálogo en proceso y esta vez aún más importante, porque se organiza para que desde la propia ciudadanía–de abajo hacia arriba– se proponga la agenda de consensos nacionales. El presidente Cortizo , quien pidió al PNUD que convocara a la sociedad, se comprometió a ejecutar las propuestas ciudadanas consensuadas, pero -en caso de que no cumpla- habremos hecho un importante esfuerzo múltiple: 1) para activar a la ciudadanía en positivo, con el objetivo de construir nación, y 2) para tener un país que, entrando un nuevo gobierno, cuente con un activo tan importante como único en América: consensos de ciudadanía sobre casi todos los más importantes problemas nacionales.
Ciento ochenta mil propuestas y 600 acuerdos de mesas de diálogo regionales ya entrando en la fase final, producto de un acto de construcción de nación desde abajo hacia arriba. Esto, a pesar de las críticas de aquellos que han perdido la fe de que este gobierno supere su –hasta ahora- ineptitud crasa y ejecute, es en realidad una maravilla porque en las próximas elecciones presidenciales seremos los ciudadanos, mayormente independientes o miembros de un nuevo partido de independientes, quienes le diremos a los aspirantes a puestos de elección popular cuál es nuestro programa de gobierno, ejerciendo, con la fuerza de nuestras propuestas consensuadas por todos, lo que exigimos hagan los próximos gobernantes.
Los políticos conocerán entonces lo que es el poder del soberano, indicando rutas y exigiendo ejecución constructiva para la nación.
Dicho en términos populares, habremos “volteado la torta” a su posición correcta en el sistema democrático de gobierno. El pueblo es el soberano, el pueblo exige que su programa –el programa constructivo de nación– sea impuesto a los “servidores públicos” cuya labor es ejecutar nuestro programa –el de la ciudadanía–, el del soberano.
Ya no iremos a las elecciones a escuchar los cuentos –llamados “programas de gobierno”- que los políticos olvidan al llegar al poder.
Ahora tocará a los aspirantes escuchar el programa de la ciudadanía y al que se niegue le diremos con firmeza: “¡fuera!”
Llegó el momento, compañeros ciudadanos. No el del tuit o la protesta del “no”. Llegó el momento del “sí” del poder ciudadano imponiendo nuestro programa de consensos para construir nuestra nación.
El autor es fundador del diario La Prensa
