El Covid-19, la enfermedad provocada por el coronavirus que se detectó en China a inicios de diciembre pasado, no debe convertirse en la pandemia del miedo. A lo largo de la historia la humanidad ha enfrentado enfermedades que han golpeado severamente a poblaciones en distintas partes del mundo. Cada uno de esos episodios ha traído consigo mayor conocimiento, el descubrimiento de vacunas específicas, un reforzamiento de la higiene pública y de los sistemas de salubridad, aunado a antibióticos para tratar sus efectos.
Es natural que las alarmas se disparen ante la aparición del Covid-19, un virus tan desconocido como de veloz propagación. Esta emergencia sanitaria debe enfrentarse sin improvisaciones, contradicciones ni vaivenes por parte de las autoridades sanitarias y con el necesario respaldo de medidas de precaución por parte de los ciudadanos. Ante esta amenaza inédita en la vida nacional, es un deber cívico acatar recomendaciones tan sencillas como practicar los hábitos personales de salud preventiva.
Las responsabilidades concretas del gobierno y las autoridades sanitarias no contradicen el llamado a toda la estructura social del país a cumplir sus deberes individuales para superar la crisis. La disciplina en las medidas profilácticas debe ser acompañada con información y transparencia para ahuyentar la histeria y las supersticiones. Los medios de comunicación deben anteponer la pedagogía a las tentaciones apocalípticas y actuar con sentido de mesura para no ahondar el estrés colosal al que está sometida actualmente la ciudadanía. Ante la propagación del coronavirus debe promoverse el contagio del altruismo y la madurez de cada panameño ante el colectivo social al que pertenece y del que depende.
La nueva enfermedad va a poner a prueba a todos y habrá que vivir de una forma que nadie pudo imaginarse antes para superar una situación que puede prolongarse entre dos y cuatro meses. El desafío debe enfrentarse con el ánimo más positivo posible seguros de que el país saldrá más fortalecido de esta experiencia.
No es tiempo de miedos irracionales, ni de aceptaciones injustificadas, menos aún de trivializar los alcances de la enfermedad. Es una tarea de todos lograr frenar esta pandemia y atenuar al máximo sus efectos. Dada las características del virus que se extiende rápidamente a nivel global, su propagación es inevitable. Pero puede mantenerse bajo control con medidas conjuntas entre el gobierno nacional y los ciudadanos.
Luego de las primeras medidas de contención con controles en las fronteras aéreas y terrestres, para tratar de cortar la cadena de trasmisión, las autoridades nacionales de salud pública pasaron a la fase de contención reforzada al decretar la suspensión de clases en todas las escuelas y universidades del país, lo mismo que concentraciones masivas para impedir que el virus se propague más rápidamente.
Para evitar entrar en la fase de zonas de trasmisión significativas, debido a una alta tasa de contagios, las autoridades de salud pública están racionalizando los medios a disposición y las pruebas para detectar el virus, previniendo el volumen de casos y la sobrecarga del sistema sanitario. Frente a esa realidad, es de esperarse el involucramiento del sector privado hospitalario para gestionar la emergencia poniendo sus recursos a disposición del plan nacional de contingencia sanitaria.
Son tiempos para enfrentar esta emergencia con seriedad, transparencia, serenidad y valentía. Es el momento de demostrar solidaridad con los enfermos y sus familiares, con el personal sanitario y con los científicos que buscan un remedio para esta nueva enfermedad.
No pueden ignorarse los riesgos para la salud en un mundo globalizado, dadas las cifras preliminares de 130,000 contagios y 4,400 muertos en 125 países. Todas las naciones tienen la obligación de cooperar para enfrentar de manera conjunta esta amenaza sanitaria. La salud es un bien público global y es vital que el fruto de las investigaciones sea compartido en tiempo real con todos los países.
Estos son momentos de poner a prueba el civismo de los panameños. Los próximos serán días y semanas difíciles y será necesario aunar esfuerzos para enfrentar el peor reto a la salud actual y la prosperidad futura de la nación. No puede negarse la crisis ni entorpecer los esfuerzos sanitarios para enfrentar la pandemia que viene desde el exterior. La nueva enfermedad debe promover el antídoto de la solidaridad, unir a los panameños contra un enemigo común que pone en juego el porvenir del colectivo social. No son tiempos para renunciar al optimismo, ni dar paso al miedo y la desesperación, sino de renovar la confianza pública en las acciones del gobierno nacional a través de las autoridades rectoras de la salud ciudadana.
El autor es periodista