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Salud

Covid-19: proyecciones 2020-2021

La ciencia se basa en evidencias, no en ocurrencias ni creencias. Un científico requiere información robusta para poder responder con precisión y alejarse del ámbito de la conjetura. El conocimiento se moldea, con humildad, según surjan datos sólidos y reproducibles. Las especulaciones, repletas de un elevado margen de error, son efluvios emocionales pertenecientes a la civilización del espectáculo o del entretenimiento colectivo y no forman parte del método académico. Aún desconocemos dos piezas cruciales del rompecabezas Covid-19: el porcentaje de personas infectadas que no desarrolla síntomas (asintomáticos) y el grado de inmunidad, transitorio o permanente, que confiere el contagio. Sin estas nociones, cualquier proyección sobre la evolución de la enfermedad albergará dudas e incertidumbres. En este ejercicio intelectual, trabajaré con los conceptos que gozan de mayor consenso y firmeza.

En cualquier pandemia, causada por un nuevo microbio transmisible, todos los seres humanos somos susceptibles de enfermar. Cuando más del 60% de la población se afecta, la circulación del virus en una comunidad se reduce considerablemente al no encontrar tanta gente vulnerable en un momento determinado, fenómeno denominado inmunidad de rebaño. Con las tasas anuales de nacimientos, no obstante, se incrementa la cantidad de individuos inermes en cada año subsecuente. Tal y como ha ocurrido con otros patógenos en el pasado, es muy probable que el SAES-CoV-2 llegó para quedarse. En estas circunstancias, la mejor y más duradera herramienta preventiva es la vacunación, a través de un producto biológico quizás disponible para masificación en el 2021.

¿Qué podemos hacer en este 2020? En ausencia de inmunización, nos quedan dos caminos para intentar superar la crisis de la forma más airosa posible. 1. Cumplir con las medidas de mitigación (distanciamiento físico entre individuos de riesgo, prohibir aglomeraciones, restringir parcialmente la movilidad ciudadana, seguir recomendaciones de protección basadas en higiene respiratoria más lavado de manos) y de supresión (cuarentena total), destinadas a lograr que el sistema sanitario, tanto en recursos humanos como hospitalarios, pueda enfrentar la demanda de enfermos graves que se presente de golpe. 2. Desarrollar tratamientos seguros y potentes a corto plazo para que la enfermedad tenga mucho mejor pronóstico y se convierta en una especie de gripe convencional. Un sinnúmero de fármacos antivirales, medicamentos antiinflamatorios, bloqueadores de receptores tisulares, sueros inmunes, inmunoglobulinas y anticuerpos monoclonales está ya transitando por ensayos clínicos, generando un cauteloso optimismo en la clase médica.

La cuarentena es una estrategia paliativa temporal, que se irá aflojando y apretando intermitentemente según la progresión, exponencial o aritmética, de los casos confirmados que se detecten en el tiempo a nivel nacional o provincial. Muchos países han implementado un período de 3-6 semanas de confinamiento rígido para que la atención sanitaria no se vea desbordada y no toque a los galenos decidir a qué paciente se le da prioridad. La duración elegida debe también considerar el impacto monetario y social para cada país, de tal suerte que haya posteriormente una reactivación económica relativamente rápida, especialmente en territorios con vasta informalidad laboral como el nuestro. La cuarentena inició en Panamá el día 25 de marzo. Todavía es pronto para pronosticar la influencia que esta iniciativa tendrá en la magnitud y velocidad de la curva epidemiológica. Para la segunda o tercera semana del peligroso mes de abril, a mi juicio, podríamos tener una visión más clara. A todos nos gustaría una liberación de las medidas para el mes de mayo. Ojalá.

Volviendo a las dos áreas grises del conocimiento actual, la comunidad científica espera ansiosa el reporte de los estudios de seroprevalencia, ya iniciados en varios países de Asia y Europa (próximamente en Panamá), cuyo objetivo es determinar la proporción de infectados asintomáticos (gente que ya padeció Covid-19 sin darse cuenta) y que pudiera ser potencialmente inmune al virus, condición que les permita regresar a su vida normal.

Algunos indicios muy preliminares sugieren que ese porcentaje andaría entre 10% y 30% de la población, aunque presumiblemente sería variable en distintas localizaciones geográficas en diferentes fases epidémicas. Estos datos permitirán también ajustar los modelos matemáticos en los que se trabaja actualmente.

Termino exhortando a que confiemos en la ciencia. Es la manera de equivocarse menos. Se nos acaba de adelantar otro extraordinario y admirado colega, doctor Luis Felipe Bernett, amigo personal, pero su recuerdo debe ser un faro luminoso que nos guíe a derrotar al enemigo microbiano. Saldremos de esta angustiosa crisis. Mientras tanto, ¡quédate en casa!

El autor es médico


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