Esta columna tiene por finalidad aclarar un desafortunado y desmotivador editorial de este periódico (Hoy por Hoy, junio 24) que calificó a la cuarentena como victoria pírrica, pero también para rendir homenaje al extraordinario trabajo de la doctora Rosario Turner. Confieso que no me repongo, todavía, del inesperado cambio ministerial.
En marzo, antes de implementar la rigurosa cuarentena, elaboramos un informe epidemiológico que presentaba tres escenarios posibles (optimista, intermedio, pesimista) sobre casos confirmados, hospitalizaciones y defunciones, con predicciones estimadas para finales de abril, de no ejecutar el confinamiento. Para los cálculos, utilizamos modelajes estadísticos de renombre internacional, aplicados a nuestro país. Las cifras indicaban entre 23,886 y 122,410 enfermos, 2 mil a 12 mil pacientes en salas, 979 a 5 mil 19 internaciones en UCI y cientos a miles de fallecidos, dependiendo de la tasa de letalidad asignada. Debido a la cuarentena, no obstante, para la fecha señalada se identificaron 5 mil 338 casos, 341 hospitalizaciones (90 en UCI) y 154 decesos (3% de letalidad en ese momento). En términos prácticos, la cuarentena redujo la cantidad de enfermos en 80%-96%, de hospitalizaciones en 83%-97% y de defunciones en 78%-96% (de 500 a 3 mil 500 muertes evitadas), en tan solo un mes y medio de reclusión domiciliaria.
El personal de salud maneja mucho mejor la Covid ahora que al inicio de la pandemia, tanto por experiencia propia como por asesoría internacional. Se estandarizó el uso de esteroides (antes que los ingleses) y anticoagulantes en estadios tempranos, la administración oportuna de oxígeno por cánulas de alto flujo para evitar la respiración mecánica, la pronación de algunos enfermos graves para mejor ventilación, la utilización de medicamentos para combatir la tormenta inflamatoria (tocilizumab) y la transfusión de plasma convaleciente de supervivientes para neutralizar la replicación viral. Tendremos, prontamente, disponibilidad de antivirales como remdesivir y favipiravir para seguir mejorando el pronóstico de la enfermedad. Pese al agotamiento del colectivo sanitario, la atención especializada es indudablemente mejor en junio que antes. A través de gestiones institucionales se ha ampliado la capacidad hospitalaria y técnica para enfrentar la creciente demanda asistencial, lo que no hubiera sido tan fácil al principio. Aunque multifactorial, algo debemos estar haciendo bien para que la letalidad actual (1.9%) sea de las más bajas del mundo.
Este prolongado período permitió, además, que la sociedad conozca mejor las herramientas de prevención para no contagiarse y para no transmitir la infección a otros. Campañas informativas del Minsa y de medios de comunicación han sido difundidas con frecuencia. A no ser por la precariedad educativa, la imposibilidad de aislamiento fiable en viviendas humildes, la falta de recursos para adquirir insumos de protección y la necesidad de salir de personas en informalidad laboral, la población está más al tanto de las recomendaciones sanitarias. La trazabilidad de casos y contactos, una tarea compleja debido a una miríada de factores humanos, técnicos y sociales, ha sido nuestro talón de Aquiles, pero se ha ido fortaleciendo con ayuda multisectorial. Disponemos ahora de mayor cantidad de pruebas (genéticas, antigénicas y serológicas), laboratorios y técnicos entrenados en diagnóstico.
La investigación en vacunas ha avanzado muchísimo. Era impensable que pudiéramos tener disponibilidad de estos productos biológicos antes que acabara el 2020. Varias instituciones científicas y compañías productoras ven más cerca esta quimera. La OMS hace esfuerzos para que el acceso a vacunas sea simultáneo a nivel mundial, inicialmente para grupos de riesgo, después para la población general. Cabe la posibilidad que Panamá sea seleccionada para participar en el desarrollo de varios candidatos preventivos. Esta noticia sería extraordinaria, porque serviría para cortar la propagación del virus en los barrios más críticos. Contamos con investigadores de calidad mundial y comités de ética bien capacitados, bajo regulaciones legislativas, que velan por el bienestar de los participantes en estos ensayos clínicos.
Estoy convencido que, a pesar del mayor número de casos, Panamá es muchísimo más competente que antes para lidiar con el enemigo invisible. Un reciente editorial del Lancet Infectious Diseases (20:e148, 2020) menciona que nadie estaba preparado para una crisis de esta dimensión y que menos del 5% de las naciones pudo aminorar razonablemente el crecimiento exponencial de la infección. Las debilidades de los sistemas de salud quedaron, por tanto, en evidencia rápidamente (escasez de recursos, fragmentación del modelo sanitario, deficiencia del nivel primario de atención, red digital única, etc.). Pese a esta crónica adversidad, gran parte del triunfo inicial se le debe a la exministra, una líder con extraordinaria capacidad de trabajo y receptividad técnica. Lamento profundamente su pérdida. Es un buen momento para disolver el comité asesor, reestructurar su rol en áreas temáticas específicas y agregar a otros profesionales, quienes seguramente han estado anhelando invitación y protagonismo para brindar aportes.
Si después de todas estas consideraciones, alguien sigue pensando que la cuarentena fue una victoria pírrica, ese individuo no ha entendido ni el significado ni la magnitud de una pandemia. Apaga y vámonos.
El autor es médico