Con el tema de la discusión de la creación del nuevo Tribunal de Cuentas, función que realiza actualmente la Dirección de Responsabilidad Patrimonial de la Contraloría General, es necesario conocer los orígenes a través de la historia, no solo patria, sino más allá de nuestro continente, de dónde realmente proviene dicha figura y funciona con mayor eficacia.
¿Pero, qué tienen que ver las famosas cuentas del “Gran Capitán” se preguntarán?, para quienes no saben quién era esta famosa figura, la historia se refiere precisamente a Gonzalo Fernández de Córdoba, como ese gran combatiente que libró grandes batallas, para el reino de Fernando El Católico, de forma tal que logró numerosas victorias en Italia, que culminaron con la conquista del reino de Nápoles.
Las leyendas relatan que el rey Fernando “El Católico” era un gran político, pero a la vez tenía una fuerte inclinación por el control de los gastos y, producto de los celos y las rencillas de figuras de la época contra el “Gran Capitán”, obligaron al Rey a presentarse de improviso a Nápoles y solicitarle la rendición de cuentas, por los grandes gastos de sus campañas.
Siendo esto así, los contables del Rey le exigieron que explicara los gastos realizados de las siguientes remesas: la primera 130 mil ducados; luego 80 mil pesos; tres millones de escudos a la tercera vez; 11 millones de escudos y 13 millones de escudos. Frente a estos reclamos, siendo dueño de gran sentido del humor, pero enojado al mismo tiempo, le pasó a detallar al rey los gastos ocasionados.
“Doscientos mil 736 ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas; 100 millones en picos, palas y azadones; 100 mil ducados en pólvora y balas; 10 mil ducados en guantes para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla; 170 mil ducados en poner y renovar las campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días, por las nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo”.
Para culminar, el “Gran Capitán” continuó señalando: “50 mil ducados en aguardiente para las tropas en día de combate; millón y medio para mantener prisioneros y heridos; un millón en misas de gracias y tedeum al Todopoderoso; 3 millones en sufragio para los muertos; 700 mil 494 ducados en espías y 100 millones por mi paciencia en escuchar, ayer, que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino”.
Estas cuentas reposan en los archivos del Tribunal de Cuentas de España y son señaladas por José María Fernández Pirla, ex presidente del Tribunal, como un punto de vista de la ortodoxia en la rendición de cuentas, la altanera ironía que entrañan representa precisamente lo que nunca debe hacer un cuentadante. Andrés Suárez, consejero del Tribunal, señala que en esas cuentas se contiene un conflicto entre los principios de legalidad y regularidad contable con los de eficiencia y economía.
Es así como vemos la aparición de estas instancias patrimoniales, cuya misión es llevar un control del gasto público, de forma que quienes tienen el manejo de fondos, deban rendir cuentas cuando se exija. En la medida que goce de garantías e independencia en su función, el Tribunal de Cuentas panameño podrá hacer una labor efectiva, sin la interferencia política, garantizando su eficacia y confianza. Así veo las cosas y así las cuento.