Muchas de las medidas del actual gobierno han llevado a la mayoría de la población a percibir fallas importantes en la forma en que se entiende el ejercicio del poder frente a la institucionalidad democrática del país, lo que claramente deja entrever sesgos autoritarios.
Pero, ¿qué entendemos por estado de derecho? Aunque no hay un concepto claramente definido, la mayoría de los análisis sobre el tema coinciden en que entre los elementos básicos del mismo están: la división real de los poderes públicos y su fiscalización mutua, la independencia judicial efectiva y, sin duda, la más fundamental que es el respeto a las leyes, a las libertades y derechos de los ciudadanos por parte de las autoridades.
Si percibimos que la influencia del Ejecutivo se deja sentir cada vez más sobre los otros órganos del Estado y que estamos frente a una descalificación reiterada y sistemática de las organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, medios de comunicación social y la oposición política, no podemos menos que reflexionar y darnos cuenta que el actual régimen está ejerciendo una presión nunca antes vista sobre la endeble institucionalidad democrática de los últimos 20 años.
Si a estas actuaciones le añadimos que, precisamente, los votos conseguidos en la elección presidencial de mayo de 2009 se sustentaron, mayoritariamente, en una promesa de cambio frente a “más de lo mismo”, pero siendo esta actitud actual contraria a las expectativas de los ciudadanos, vemos que en el mediano plazo se erosiona la ya baja credibilidad de la clase política en general, lo cual llevado a sus últimas consecuencias abre las puertas para otras opciones políticas que están esperando una coyuntura propicia para que se configuren las condiciones de ruptura con el sistema establecido.
Hasta la fecha, la actuación del régimen gobernante se inclina hacia la consagración de la figura del Presidente frente al resto de las instituciones formales e informales de nuestro país, lo cual va en sentido totalmente contrario a las sociedades que han logrado asegurar su estado de derecho y su democracia a través de la consolidación gradual de “instituciones fuertes”, que hacen innecesaria la aparición de los llamados “hombres fuertes”.
Para todos es una realidad que el actual Presidente y su gobierno se encuentran en el espectro de la derecha política (con elementos liberal–populistas), pero lo que deben terminar de entender, por la salud de nuestra democracia, es que una cosa es hacer un gobierno de derecha y otra muy diferente es integrar un estado de derecho.