Similitudes

Desde el jardín de Hitler…

Desde el jardín de Hitler…
Berlín. Imagen de Thomas Wolter en Pixabay


Recorría Berlín caminando, con un grupo de turistas, una soleada tarde de noviembre. Un universitario políglota, era nuestro guía. Atrás habíamos dejado las secciones del Muro que permanecen de pie: cicatrices de cemento que evidencian la herida que cortó la ciudad en dos durante la Guerra Fría, tajo cuya zona de aislamiento cobró miles de vidas durante la postguerra.

Edificios típicos de la arquitectura espartana y utilitaria del régimen comunista de mitad del siglo XX flanqueaban las aceras de Wilhelmstrasse por donde caminábamos, cuando nuestro guía se desvía y entra a un estacionamiento privado y nos lleva al jardín interno de un complejo de apartamentos residenciales de cinco altos, que ocupan un par de cuadras. Nada especial, salvo su discreto lujo comparativo y su ubicación privilegiada: entre Postdamer Plazt y la icónica Puerta de Brandeburgo, a dos cuadras del maravilloso verdor del Tiergarten, en lo que fuera la Alemania del Este, hasta la caída del Muro en 1989.

Sobre el eco de las risas de dos pequeños, que jugaban en un columpio vigilados por una señora de cabello blanco, nuestro guía anuncia: estamos en donde una vez se erigió la Reich Chancellery, un edificio grandioso que -supuestamente- duraría mil años. Debajo del área de estacionamientos, se calcula que estaba el Bunker de Hitler, el refugio bajo tierra donde vivió la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Por lo que sabemos, aquí -señala el pequeño jardín infantil- es donde sus soldados subieron a la superficie los cadáveres del monstruo y su amante, después de su suicidio, los rociaron con galones y galones de combustible -un lujo indecible en ese momento- y los incineraron.

¿Cómo? ¿Por qué no hay una sola señal? Veníamos de ver todos los símbolos históricos de poder que abundan en una ciudad de historia milenaria como Berlín. El régimen antidemocrático que gobernó Alemania del Este, parte esencial del bloque comunista detrás de la Cortina de Hierro, rellenó con tierra el bunker y arrasó las ruinas de las Cancillería -bombardeada por los Aliados- y le dio al sitio un uso singular: un complejo de apartamentos residenciales que ocupó la élite privilegiada del Partido Comunista. Borraron toda huella para no crear un sitio de peregrinaje, ni altar de memoria, para posibles adeptos a las ideologías nazis.

La trivialidad y similitud con que al final se manejan las castas dominantes, de izquierda o derecha, comunistas o fascistas –cuando ejercen un poder ilimitado, sin los controles y balances, que con tanta dificultad la humanidad ha logrado construir con las estructuras democráticas y los derechos humanos— simbolizadas en dos cuadras del Berlín de hoy.

Me impactó profundamente la simbología, en el corazón de una de las democracias contemporáneas más exitosas del mundo, donde hoy se vive el quehacer nacional conjunto hacia el bien común. No dejo de pensar en ello porque en tan solo dos años (¡y en pandemia!) los partidos que hoy detentan el poder político en Panamá han creado una casta que está actuando como todas las que le preceden en la historia cuando el poder se concentra y no hay contrapesos reales: una arrogancia autoritaria que carece de empatía y conciencia del bien común.

Desde el jardín de Hitler…
El escándalo de La Lotería que se reveló esta semana es una muestra repugnante de esa falta de empatía con los más necesitados.


Una casta que hoy toma decisiones rapaces sobre los recursos económicos que el país necesita para seguir atendiendo a la población frente a la pandemia y para recuperarse sanitaria, social y económicamente. El gasto estatal que sigue creciendo sin control (un programa de solidaridad interno, aparentemente) fondeado por una creciente deuda pública internacional y una indolencia frente a la ciudadanía. Una casta que descansa sobre la impunidad casi asegurada mutuamente entre los tres poderes del Estado. El escándalo de La Lotería que se reveló esta semana es una muestra repugnante de esa falta de empatía con los más necesitados.

¿La consecuencia? La desafectación creciente de la sociedad panameña a las ya maltrechas estructuras democráticas que se evidencia en la añoranza hacia dictadores y regímenes totalitarios que prometen orden y progreso. Cuando la historia del mundo entero nos demuestra, una o otra vez, que la concentración de poderes solo engendra abusos y represiones a las libertades. A los admiradores locales de Bukele ¿qué parte de la dictadura se les olvidó? Entregar las libertades a un mesías, solo garantiza carecer de ellas cuando toque denunciarlo. Fue lo que hizo Hitler en 1933: después de ganar las elecciones disolvió el parlamento y concentró todos los poderes en sí mismo.

Aquella tarde en Berlín, seguimos nuestro tour, caminamos dos cuadras más y estábamos en el Memorial a los Judíos Asesinados en Europa, que ocupa una cuadra entera. Para llegar cruzamos la Hannah Arendt Strasse. Siempre tuvo razón: lo que sorprende del mal, es la trivialidad de quienes lo ejercen…

La autora es abogada y escritora


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