El suicidio es un tema del cual hemos escuchado en varias ocasiones, pero del que pocas veces nos atrevemos a hablar abiertamente. Algunas personas indican que su complejidad les hace sentir incómodos por no saber cómo abordarlo o qué pensar al respecto.
La ansiedad que despierta el término puede llegar a ser tan grande que genera reacciones antagónicas. Por un lado, tenemos a aquellos que lo abordan con respeto y prudencia; otros con temor y fragilidad, y aquellos que se inclinan a ignorar, criticar, reprochar, señalar, justificar, opinar y reenviar fotografías y videos sobre un acto de suicidio.
Parece existir cierta dificultad para realizar una pausa y reflexionar; revisar nuestro sentir y darnos el tiempo para identificar si nuestro proceder puede llegar a perturbar a los demás, si puede afectar e influir en el pensamiento de los más vulnerables a nivel emocional y si puede generar un dolor adicional a los familiares de la persona que se ha quitado la vida. La realidad es que nuestra actitud y respuesta frente al tema, influye y afecta a los demás.
Es importante que antes de actuar de forma impulsiva o imprudente, tengamos en cuenta que detrás de un suicidio hay un ser humano con padecimiento emocional intenso y prolongado, en vez de una historia para vender o un tema para criticar. Un ser que sintió que su vida dejó de tener sentido desde que se fue llenando de desesperanza y profundo dolor por sentir que nada valía la pena y que lastimosamente termina convenciéndose que acabar con ella representa la única forma de dejar de sufrir.
El suicidio es un tema que nos compete a todos. Debemos conocer del mismo y educarnos sobre la salud mental, aprender a identificar señales de riesgo, saber cómo apoyar a aquellos que nos necesitan y trabajar en prevención.
Cuando una persona deja de comunicarse como lo hacía antes, comienza a aislarse, deja de tener interés por temas y actividades que antes solía disfrutar, comienza a tener y mantener pensamientos negativos sobre sí mismo, dice frases que muestran una pérdida de sentido sobre su existencia y sobre la vida misma, comienza a despojarse de sus pertenencias, inicia y aumenta la ingesta de alcohol y otras sustancias, presenta cambios significativos en sus hábitos de sueño, alimentación y cuidado personal; todas estas son señales de alarma que nos indican que algo no está bien.
El suicidio no se trata de un evento aislado o de una idea impulsiva que se activa de repente y se ejecuta. Detrás de esta acción hay un proceso conformado por 4 fases.
Primeramente, aparece la idea. Es cuando la persona comienza a contemplar el suicidio como una posible vía de escape a su dolor emocional. Posteriormente, la idea evoluciona a un plan. Es aquí cuando el sujeto comienza a pensar en cómo lograrlo. Seguido al plan, se da la fase del intento en la cual se ejecuta. Posteriormente, el o los intentos antes de llegar a la última fase que es el suicidio consumado.
La existencia de estas etapas nos da la oportunidad de contar con tiempo valioso para evitar que ocurra el acto suicida. Esto puede ser posible en la medida que: aprendamos a reconocer las señales de alarma; hablemos del tema abiertamente con el objetivo de escuchar empáticamente y apoyemos, y busquemos ayuda de profesionales en el área de salud mental. Aunque no podemos predecir cuándo ocurrirá un suicidio, sí podemos prevenirlo.
Hablar con nuestro ser querido sobre su dolor, preguntarle directamente si ha pensado en quitarse la vida y si lo ha intentado, no le crea una idea en su cabeza. Por el contrario, le ayuda a identificar que comprendemos su dolor, le transmitimos la tranquilidad que es un tema del que podemos hablar y que estamos interesados en escucharlo y apoyarlo sin criticar o juzgar. Al abrir el espacio para hablar del tema, podemos identificar qué ideas pasan por su mente y juntos encontrar un profesional que nos ayude y guíe en el proceso.
Aunque el suicidio siga siendo un tema que nos despierte muchas emociones, todos tenemos la responsabilidad de conocer y comprender del mismo. Al abordarlo con empatía, respeto y prudencia, podremos hacer que nuestras acciones influyan a favor de la prevención.
La autora es psicoterapeuta y psicooncóloga