Hace 3 años, el 28 de agosto de 2018, se aprobó en Consejo de Gabinete presidido por Juan Carlos Varela, mediante Resolución 78, la estrategia para la seguridad ciudadana. La misma había tomado casi 4 años en desarrollarse y redactarse luego de un sinnúmero de investigaciones, talleres de laboratorio de cerebros, conferencias por expertos nacionales y visitantes, consulta en juntas comunales, visitas a centros penitenciarios, reuniones con maestros y profesores, conversación con jefes de la Policía Nacional en las cabeceras de provincia, fundaciones sin fines de lucro y sacerdotes de todos los credos.
Este esfuerzo fue financiado por el PNUD, la Unión Europea, el BID y nuestro gobierno, a través del Minseg. A algunos de nosotros, oficiales retirados de la Guardia Nacional, se nos invitó por separado y participamos en reuniones, tertulias de intercambio de experiencias y conclusiones en seguridad ciudadana, con énfasis sobre todo en la población juvenil, vulnerable al pandillerismo y el crimen organizado.
Unos 20 días después de haberse aprobado la estrategia, nos encontrábamos el representante del PNUD en Panamá, el alto mando de la FP, el director del Consejo de Seguridad (allí conocí al comisionado Pino y noté en él un perfil profesional sobresaliente, que exhibió en la exposición que le correspondió brindarnos, en representación del Servicio Aeronaval) y el entonces ministro de Seguridad, Alexis Bethancourt, quien había dedicado valioso empeño profesional y decidido a culminar la estrategia. Estábamos todos, inclusive un miembro de Apede, quien nos acompañaba como representante de la empresa privada, entusiasmados y listos para el inicio de la etapa de implementación, pruebas y ajustes de la misma en los sitios, calles, barriadas, centros comerciales y bancarios, comunidades urbanas y suburbanas, pero no fue así...
Una mañana, nos informó el ministro Bethancourt que el presidente Varela le había comunicado que no procedía la ceremonia que estaba preparada para dar la orden de proceder e inicio oficial del novedoso modelo de seguridad, con la fase de implementación, y que se archivaba el documento de la estrategia, toda vez que su gobierno ya había cumplido y que le correspondería la implementación al próximo presidente.
Ante semejante revés absurdo y desilusionante, llegamos a la conclusión que el presidente Varela prefirió apostar, con el capital político ya en quiebra que le quedaba, en las elecciones presidenciales ya a la vista, y puso en pausa infinita irresponsablemente el compromiso obligante de echar y el andar de la seguridad pública renovada, pues nada le importó; su amorío era con China.
Luego, 10 meses después, asumió la conducción del país el presidente Laurentino Cortizo y designó el nuevo director de la PN, comisionado Miranda. Este último tuvo el tino nunca antes visto en la PN, de invitarnos a todos los exdirectores de la PN y Guardia Nacional, a la que representé, a un desayuno tertulia el 1 de julio del 2019. Esa mañana, que coincidió con la inauguración del gobierno de Cortizo, se dio un quórum casi perfecto de los exdirectores. Hablamos de todo, pero en orden, inclusive de la estrategia de seguridad ciudadana que fue cautelada y archivada por decisión de Varela y que la ciudadanía no solo reclamaba, sino que la merecía por obligación constitucional. Muchas promesas y derroche de caballerosidad durante el desayuno, pero el director Miranda luego desapareció para siempre.
Recurrimos al ministro de Seguridad, Rolando Mirones, y nos canceló 3 citas aprobadas por él para conversar sobre la seguridad pública, organización y adiestramiento en el cuerpo de la Policía Nacional. A partir del proceder del ministro y ausencia súbita del director Miranda, comprendimos que nos habían cerrado todas las puertas y, por supuesto, nos alejamos cada uno por su trillo.
Hoy, inmersos en la pandemia y en un ambiente de inseguridad y asesinatos progresivo, teñido de sangre y drogas, el deber ciudadano y nuestro origen profesional nos compromete sugerir al presidente Cortizo y ministros, la conveniencia de reactivar y robustecer este documento sobre la estrategia de seguridad ciudadana, porque garantiza el ambiente de equilibrio social o tierra fértil y abonada para atraer la inversión y negocios, el orden público y la economía de vidas, y la gobernabilidad política. El tiempo apremia para que el ministro Pino acicate su cabalgadura y recupere espacios y oportunidades despreciadas por gobernantes de alas rotas, pero no sin antes advertir las siguientes observaciones y sugerencias: ninguna estrategia de seguridad ciudadana tendrá éxito o efectividad para rehabilitar a seres humanos privados de libertad y combatir la delincuencia, si no se contempla en ella la decisión del Estado, los planes y programas para la transformación del régimen penitenciario actual o cárceles pudrideros de cerebros de juventudes a escuelas correccionales modernas, para la capacitación de artesanos de oficios y artes culturales, más profesiones técnicas agrícolas y pecuarias. Albert Einstein dijo: “No debes esperar que las cosas cambien, si todo lo sigues haciendo igual”.
Nota de elemental ética y cortesía: ¿cómo justificamos ante la Unión Europea, el PNUD y el BID, que este esfuerzo que ellos apoyaron y financiaron, se archivó por caprichos de un presidente y es hoy mas necesario ante la ola de crímenes?
El autor es general (r)