El título del presente artículo obedece a la manifiesta analogía militar que algunos dicen adoptar para el manejo de la actual pandemia, que parece emanar de los mismos que en el pasado le declararon la “guerra al imperialismo”. Lo curioso es que esta supuesta declaración de guerra al virus sólo implica esconderse del enemigo o utilizar chalecos antibalas al salir al campo. ¿Cómo se puede ganar una guerra así?
Cuando se levantaron las restricciones por la pandemia, le indiqué a mis estudiantes que mantendríamos los mismos horarios de clases, porque me sentía seguro de que un rebrote sería inminente, debido a que no tenía conocimiento de ningún estudio que revelara cómo nos estábamos contagiando. Sólo se hablaba de datos que cualquiera podría obtener, como los afectados por edad, sexo, región, antecedentes de salud, etc.
Es por ello que pienso que lo que hasta ahora se ha hecho está plagado de omisiones sencillas para frenar la pandemia, que no representarían una fuerte inversión de dinero ni de recursos, por lo que son un reflejo de la incapacidad de muchos de los involucrados en la solución de este problema. Durante meses me quedé esperando que el problema se abordara científicamente, como espero demostrar aquí.
Seguramente el lector en algún momento habrá escuchado de estudios donde se asocia una enfermedad “x” al consumo de un alimento “y” o a una conducta “z” de quienes la padecen. Ello no implica que al individuo se le administre el alimento “y”, para luego observar su efecto en la enfermedad “z”; simplemente se hacen las preguntas adecuadas a un número significativo de entrevistados, con el subsecuente tratamiento estadístico.
No entiendo por qué no hemos hecho un estudio similar sobre la pandemia. Para ello sólo se requiere de un infectólogo con formación científica e imaginación, un estadístico con título certificado que sepa diseñar las preguntas adecuadas, un informático para procesar la información recopilada y un pequeño grupo de persona para hacer las llamadas telefónicas correspondientes.
Debo recordarles a esos estrategas militares que uno de los principales objetivos a destruir en toda guerra son los puentes de comunicación del enemigo. Con el estudio aquí propuesto se podría saber, libre de toda especulación, cuáles son esos puentes que utiliza el virus. La cantidad de infectados es tan grande que los resultados revelarían cifras de plena confianza.
Por ejemplo, si el estudio revelara que el principal puente de comunicación del virus es el transporte público, no tengo la menor duda de que se podría saber de la incidencia del Metro Bus, los llamados diablos rojos y hasta los piratas. A aquellos que esperan que el estudio se realice en Estados Unidos, debo decirles que allá no hay buses piratas. Si el estudio revelase que los supermercados son los principales puentes del virus, se podría saber hasta cuál cadena de supermercado no está cumpliendo con las medidas de bioseguridad. A propósito, tengo mucha curiosidad en saber el porcentaje de contagiados que son funcionarios públicos.
Veamos otro ejemplo. Si el estudio propuesto arroja que el problema está en el transporte público, se podrían tomar muestras en el dinero, barandas, puestos, filtros de aires acondicionados, etc., de un número plural de vehículos, para así saber dónde en particular se aloja el virus. Si por ejemplo se demostrase que el dinero es el transmisor, se podría exigir que todo pasajero lleve su pasaje completo, para que el conductor no tenga que darle vuelto.
Entiendo perfectamente que de un primer cuestionario podrían no salir las respuestas esperadas, pero al menos se estrecharía más en campo de acción para un segundo cuestionario. Estoy convencido de que con esta estrategia, en una semana se podría saber cómo atacar al “enemigo”. Estimo conveniente aclarar que aplaudo y admiro todo el sacrificio que está realizando “la tropa” en esta misión. El problema está en “los generales”, que parecen emular a aquella ministra de salud del Perú.
El autor es profesor de la Universidad de Panamá