Tranquiliza que, según el comunicado de Presidencia, “sólo se interpretaron cuatro piezas, nada parecido a un gran baile en toda regla”. Lo de Atlapa, el virus lo entiende muy bien, y los fallecidos y sus familias y todos los que se están viendo afectados por la pandemia y sus daños colaterales: hay que animar con un bailecito, chiquito e inocente, a los voluntarios de Panamá Solidario.
Y ojo, que algunos argumentan que la emoción les pudo más que el riesgo de contagio, que las cifras de fallecidos y de empresas cerradas, y de la pobreza que va a crecer un 7% en nuestro país: resulta que es que son tan humanos, que necesitaban montar una “premiación” para animar a los voluntarios, saltándose todas las medidas de seguridad sanitaria: una soberana estupidez.
Es muy triste y muy ofensivo que en medio de una situación como esta, sea nuestro gobierno el único que salga en la prensa internacional celebrando nada con bailes y música en vivo, como si hubiese algún motivo para la alegría. El voluntario, el solidario, no necesita más estímulo ni recompensa que saber que cumple su deber. Pero la estupidez reina, e impone una celebración fuera de lugar.
Con actos como éste, es muy difícil dar la cara por nuestro país. Esto nos sitúa entre las mejores repúblicas bananeras del planeta. Y todo, cómo no, pagado con dinero público. Les cuesta asumir que en pandemia se trabaja con solemnidad, con la mirada puesta en la resolución del problema, y entonces, y sólo entonces, podremos llorar a nuestros muertos y después celebrar la alegría de habernos vacunado, de haber superado esta prueba y llegar al final de esta pesadilla con la certeza de que no hemos dejado a nadie atrás.
Pero la estupidez baila, unos segundos, cuatro piezas, y piensa que todos somos de su condición: ladrones e ignorantes que no distinguen entre el momento de bailar y el de abstenerse de hacerlo.