Casi la totalidad de los objetos que construye el ser humano, cuya intención es brindar apoyo, progreso, satisfacción, comodidad, avance tecnológico u otro, requieren de un periódico mantenimiento y así lo indican la mayoría de los manuales que traen los mismos en sus recipientes, cajas o envoltorios. De ello depende, en gran parte, la vida útil de los mismos. Son pocas las cosas que no requieren una revisión constante, porque es muy probable que hayan sido construidas para un periodo determinado de vida útil.
Desde la presencia de la extintas empresas privadas que se llamaron: Compañía Panameña de Fuerza y Luz (en las ciudades de Panamá y Colón), Hidroeléctrica de La Chorrera, Empresas Eléctricas de Chiriquí, y otras que existieron en el territorio nacional, hasta convertirse en el glorioso conglomerado eléctrico denominado Instituto de Recursos Hidráulicos y Electrificación (IRHE), el mantenimiento de las redes se convirtió en el eje fundamental de la atención al usuario y garantía de un adecuado servicio. Las redes de producción, transmisión, distribución y comercialización de un producto tan importante para el desarrollo del Estado.
Todo sistema eléctrico, si se desea que sea eficiente a los usuarios o abonados, que es a quienes al fin y al cabo se debe el mismo, necesita de una constante vigilancia y supervisión. Programaciones necesarias de sostenimiento de cada equipo que posee, desde las grandes o pequeñas plantas de producción de energía, hasta el medidor eléctrico residencial, comercial o industrial del cliente. Quien presta y cobra por un servicio, está obligado a garantizar la eficiencia del mismo, sin excusas pueriles.
La vigilancia y mantenimiento de las turbinas, equipos, líneas, aisladores, transformadores, torres, discos, estructuras, pararrayos, capacitores, reguladores de voltajes, postes, religadores automáticos, conectores, amarres y cuanto cableado tiene el sistema, requiere ser revisado periódicamente y cambiado a tiempo, para que no genere inconvenientes mayores. No es una tarea de improvisación, no existe espacio para el ensayo y error. En materia eléctrica todo lo que se practica hace más de un siglo o se instala es conocido; solo hace falta la voluntad y consagración para que todo sea eficiente.
La energía eléctrica es fuente de estrategia, desarrollo y seguridad nacional. Estrategia: porque una nación conducida por verdaderos estadistas, comprende que el futuro se planifica y la energía eléctrica, es uno de los valores más importantes en la misma. Desarrollo, ya que el mismo es imposible sin el cumplimiento de seguridad y abastecimiento de energía eléctrica; seguridad nacional: ya que competimos en un escenario internacional, y únicamente quienes tengan genuino amor por la patria, saben que la seguridad de las dos anteriores depende de quien dirija y con qué propósito lo hace.
Los constantes apagones y el ineficiente servicio prestado por compañías dedicadas a este menester en Panamá, se hacen cada día más insoportables e inadmisibles por las justificaciones que presentan los proveedores del servicio. El ácido dolor de cabeza empieza en el ciudadano afectado, con la contestación de una joven, desde un call center en Colombia, quien empieza a preguntarle por su NIS e indicando que la empresa tiene 72 horas para atender el daño ocurrido. Alguien, quien por no vivir cerca ni sufre los problemas de los lugareños, le contesta con desánimo y animadversión.
Muchos transformadores de distribución residencial que explotan ya han sobrepasado su capacidad de carga y otros hasta su nivel de tolerancia. Pero es que esas conocidas lecturas de carga de los mismos en los tiempos de mayor consumo y a las horas pico, como se hacía en el IRHE, es tiempo del pasado. Los conectores de los bajantes y de las líneas que alimentan las residencias, están corroídas y con aislamiento, por eso el sufrido usuario se queja de las oscilaciones del voltaje o como dijera la abuela: “el foco se chupa la luz”, pero es que nadie lo atiende a tiempo y como premios constantes, los aparatos eléctricos y electrónicos se deterioran.
Diversas comunidades que están ubicadas “allá, por donde el diablo tiró el poncho”, por estar lejos y no ser de interés económico, ya no le instalan religadores automáticos, debido a que lo administradores de esas empresas, velan por el ahorro para mandar más platita a los dueños que residen en el Viejo Continente. Por medio de grandes presiones, a los lugareños se les instaló el tendido, pero ahora ya no tienen apagones, sino alumbrones.
El autor es técnico electricista y politólogo