Hace unos días, el famoso lingüista y activista Noam Chomsky comentaba alarmado, que era difícil imaginar una peor coyuntura para la humanidad que la que estamos viviendo: una guerra que involucra a una potencia nuclear y el resultado del último informe sobre el calentamiento global, que reveló que la temperatura de la tierra podría alcanzar los 1,5 º C antes de lo esperado. “Es como si un demonio malvado hubiera poseído a la especie”, concluyó.
Efectivamente, mientras los terribles sucesos de Ucrania acaparan con razón la atención mundial, el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicado a finales de febrero, pasó casi desapercibido. Pero las noticias son terribles.
Hacer los cambios que requiere el planeta para que la especie humana no sucumba, requiere una transformación cultural que solo será posible con conocimiento sobre la gravedad de la situación y valentía para dar el giro de timón que se requiere. Y justamente a esa tarea de informar, educar y proporcionar conocimiento sobre la maravillosa naturaleza que nos rodea y el imperativo de protegerla, se ha dedicado el Biomuseo desde su inauguración hace ya siete años.
Diseñado por el famoso arquitecto Frank Gehry, el Biomuseo relata la extraordinaria historia de la formación del istmo que hoy es Panamá, y que al surgir del mar creó una barrera entre los océanos Pacífico y Atlántico, provocando los cambios climáticos en todo el planeta que permitieron la evolución de los primates en África y la formación de la ruta de acceso que hizo posible que los primeros seres humanos migraran a través del estrecho de Bering y bajaran hasta Suramérica, posibilitando también el gran intercambio de especies que dio vida al mundo tal y como lo conocemos. Así de importante.
El museo es también una maravillosa vitrina de la rica biodiversidad que existe en nuestro país y de la urgente necesidad de protegerla.
Esa misión ha permitido que unas 800 mil personas hayan pasado ya por su original estructura y aprendido de la extraordinaria exhibición que alberga, incluyendo 180 mil estudiantes de todo el país. Con ello, el Biomuseo se ha convertido en un espacio dedicado a la celebración de la diversidad biológica y cultural, donde se fomenta el conocimiento y la conservación.
Ahora, tras el largo cierre provocado por la Pandemia, el Biomuseo ha vuelto a abrir sus puertas al público para continuar su misión de ser un agente de cambio, de manera que los panameños nos sintamos orgullosos de nuestra historia natural y nos convirtamos en activos defensores de la naturaleza.
En cumplimiento de esa misión, hace unos días se organizó una conferencia con Max Bello, un referente mundial en la conservación de los océanos. Discípulo de la destacada científica Sylvia Earle, es asesor de la organización Mission Blue y la persona que tuvo a su cargo la agenda de los océanos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 26, con la dura tarea de que los países logremos las metas del Acuerdo de París.
Max fue responsable de la creación de unas de las áreas marinas protegidas más grandes del mundo en Rapa Nui, en la Isla de Pascua, logrando salvaguardar un excepcional patrimonio natural de la humanidad, y mostrando el camino que debemos seguir para impedir nuestra propia extinción.
Nosotros los panameños le debemos mucho en el proceso de creación del Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR) que incluye a Costa Rica, Colombia, Ecuador y Panamá, con el objetivo de proteger una zona de tránsito de especies altamente migratorias. Según contó durante la citada conferencia la ministra de Relaciones Exteriores, Erika Mouynes, Max Bello fue nuestro gran aliado.
Y es que los océanos, originalmente olvidados en el combate al cambio climático, son en realidad indispensables en la estrategia para combatirlo. Son los generadores de vida en el planeta y a quienes le debemos nuestra propia existencia como especie.
Tal como explicara Bello, el océano tiene un rol clave en mantener el equilibrio y la vida en el planeta, y es fundamental en la mitigación y adaptación al cambio climático, ya que produce la mitad del oxígeno, absorbe más del 90% del aumento de la temperatura de la atmósfera, y es el secuestrador de más del 40% del carbono, lo que lo convierte en el ecosistema que más carbono secuestra en el planeta.
Todos estamos conectados con el mar. Los océanos regulan las precipitaciones, la temperatura y los vientos; forman las nubes que regresan a la tierra y al mar en forma de agua y, por supuesto, nos alimentan. Y a pesar de eso, en nuestra enorme soberbia, creemos que lo que le hagamos no tiene importancia.
Afortunadamente, en marzo del próximo año, tendremos el privilegio de ser la sede de la conferencia ‘Our Ocean’, a la que acudirán las voces más relevantes en esa batalla que debe ser la de todos: salvar nuestro planeta azul, y de paso a todos nosotros.
La autora es es presidenta de la Fundación Libertad Ciudadana, capítulo panameño de TI