Sigo convencido que nuestros maestros formadores de juventudes estudiosas en derecho constitucional, los doctores Mario Galindo y Carlos Bolívar Pedreschi, son ciudadanos honorables y prestigiosos. También convencido que el Ejecutivo anda a la caza del prestigio de estos dos ciudadanos para justificar evitar la constituyente paralela. La corrupción es el monstruo Leviatán y tiende a ser más fuerte que la voluntad de los hombres. La única forma de evitarlo en democracia, es anticiparse y legislar a tiempo. En consecuencia, la prudencia siempre sensata sugiere a nuestros dos brillantes juristas hacer una pausa inteligente para la reflexión profunda, ante el peligro posible de mojarse las vastas de sus pantalones, pues ciertas tesis y pronunciamientos indemostrables de uno de ellos ante los medios dan asomo de esto. En ese andar sorprenden las frecuentes declaraciones armadas y organizadas con apariencia de verdades inapelables o palabra final, que calan así más por la fuerza de sus prestigios profesionales e imágenes personales de los proponentes, que por sus contenidos ligeros y caprichosos. Donde presagian escenarios de apocalipsis político, desorden público, siembra de dudas e inseguridades, injustificados temores de fantasmas de azúcar al acecho ocultos detrás del artículo 314 de la Constitución, el que reglamenta la constituyente paralela.
En una extraña coincidencia con el gobierno nacional que se reitera en negarle al soberano, ya por tres décadas, el anhelo y de sobra justificado de un nuevo y progresista Contrato Social. Pareciera que pretenden nuestros constitucionalistas con sus declaraciones, ir despejando una trocha por donde avance detrás de ellos el gobierno con algunas reformas insípidas o intranscendentales mediante dos asambleas, o el método del comodín burlesco para que nada cambie o perpetuar el status quo donde campea la corrupción e inmoralidad política. Precisando antecedentes, los doctores Galindo y Pedreschi integraron la comisión revisora, eran 15 ellos, que redactaron las reformas constitucionales de 1983, casi una nueva Constitución, que fue aprobada ampliamente en un referéndum popular democrático, según testimonio escrito que nos legara el doctor César Quintero, las que culminaron el 24 de abril de 1983, hace 38 años.
Me refiero con el respeto y admiración que aún les profeso a los doctores Mario Galindo y Carlos Bolívar Pedreschi, ya que ambos estuvieron entre los proponentes y sustentaron con tesis brillantes e innovadoras este novedoso artículo 314, el que reglamenta la constituyente paralela, el que se consideró entonces como un significativo avance en nuestra Constitución vigente.
Ante esta inexplicable contradicción o teorías del derecho constitucional tan opuestas de estos dos destacados panameños, ¿cómo nos explicaríamos hoy las advertencias de peligros y las alarmas, es decir, la negación de su propia creación o alumbramiento jurídico y creación brillante del ayer? No caben dudas: los apreciados juristas Galindo y Pedreschi deben una explicación a la ciudadanía sobre por qué lo que ayer era ideal y conveniente para el país, hoy ya no lo es.
Mientras, he llegado a la conclusión que, por tratarse de dos personas tan inteligentes y de razonamientos mesurados y calculados sus alcances e impactos en la sociedad, me resulta imposible creer que Pedreschi y Galindo no han realizado o advertido en su justa medida y efectos, sobre el daño que está causando al país y el pueblo sus planteamientos sobre el comodín de realizar reformas mediante dos asambleas, toda vez que los mismos estimulan el status quo que nos tiene secuestrados e inmersos en un ambiente de corrupción política creciente. Dicho en otras palabras y no hay otra forma de decirlo, para romper las cadenas del secuestro a que nos tienen sometidos ya por tres décadas la clase política gobernante, es imprescindible la constituyente paralela o aplicar el artículo 314.
En consecuencia, vale preguntar a estos dos notables hombres de leyes y justicia de qué lado están: de los secuestradores o gobiernos sucesivos, o de la liberación de los secuestrados y el soberano. Además, se impone la pregunta obligante: ¿por qué ustedes jamás han mencionado ante los medios abiertamente y de cara al sol, la necesidad de permitirle al pueblo soberano que exprese sus deseos constitucionales en un plebiscito democrático vinculante?
El autor es exministro y excomandante de la Guardia Nacional