El docente inclusivo



La educación inclusiva es el proceso de identificar y responder a la diversidad de necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, según la UNESCO. La educación inclusiva está contemplada en la Ley N.º34 del 6 de julio de 1995 en Panamá. Aunque por ley, esta responsabilidad es del sistema regular e involucra adecuaciones y modificaciones en la malla curricular, los docentes en las aulas de clase son quienes las ponen en práctica para garantizar el acceso, la participación y el aprendizaje exitoso de todos los estudiantes.

Un estudio del Centro de Investigación Educativa, del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología efectuado en 226 centros escolares del país, seleccionados aleatoriamente, en 2019, arrojó que el 72% de las escuelas no tiene docentes especiales. El 48.3% de los estudiantes con necesidades especiales se mantiene en aulas regulares a tiempo completo, sin personal especializado. No es viable una educación inclusiva dentro del aula sin un docente inclusivo. Un maestro debe contar con las competencias necesarias para desempeñar este papel.

Formar al profesorado para una educación inclusiva representa un gran reto para lograr sistemas educativos equitativos. El estudio del Centro de Investigación Educativa arrojó que el 35.6% de los educadores no han recibido ningún apoyo o capacitación sobre inclusión educativa. Considerando la relevancia de las competencias que requiere el ejercicio docente desde la inclusión, la formación de profesores debe transformarse, adecuando y adaptando las mallas curriculares para incluir competencias necesarias formativas.

Las adecuaciones y adaptaciones que se requieran para garantizar la formación del docente deben incluir las competencias actitudinales, cognitivas y emocionales necesarias. Cómo adquirirlas debe ser un factor elemental en esta formación, de la mano con otros factores como la atención de las demandas de la sociedad y las adaptaciones de los estudiantes al sistema y a los cambios a los cuales se ven expuestos.

La formación del docente inclusivo debe considerar competencias como la conciencia y habilidades socioemocionales, la regulación de las emociones y la fluidez. El desarrollo de estas habilidades dota al docente de la competencia emocional necesaria para afrontar las situaciones educativas cotidianas que pueden convertirse en estrés laboral.

La planificación y gestión, metodología, reconocimiento, empatía, comunicación, innovación y trabajo en equipo son competencias de un docente inclusivo. Deben estar ligadas de forma transversal con la aplicación de estrategias como el respeto, la adecuación, la participación, la motivación, el apoyo, el uso de la tecnología y la mejora de la práctica docente.

Quienes posean estas competencias, podrán promover una educación inclusiva e implementar estrategias de enseñanza que permitan la participación y el aprendizaje equitativo.

Los docentes deben desarrollar una actitud positiva hacia la inclusión, reflejada en prácticas pedagógicas cónsonas con el principio de universalidad del derecho a aprender con calidad . Son cruciales la planificación y el desarrollo adecuado de las estrategias en el aula con adecuaciones y adaptaciones cuidadosamente pensadas y modificadas en los diversos escenarios de formación y educación, enfocados en el estudiante.

La pandemia por la Covid 19 compelió a los sistemas educativos a modificar la modalidad presencial por la de educación a distancia. Ante esta realidad, es ineludible asumir la responsabilidad ética de inclusión, con mayor atención a los alumnos con necesidades educativas especiales, a fin de evitar su exclusión del sistema.

La formación de un docente inclusivo no es una tarea sencilla. Requiere tomar en cuenta aspectos como la investigación, la actualización constante, la comprensión de la realidad en la que va a educar, y la adaptabilidad a las nuevas estrategias, tanto para el docente como para el sistema que lo forma. La formación de docentes inclusivos es crítica para un sistema educativo que garantice el derecho a una educación equitativa.

Podemos hacer nuestro aporte para mejorar la realidad educativa en nuestro país. ¿Cómo hacerlo? A través de la participación ciudadana en el desarrollo y ejecución de planes y proyectos que promocionen la educación inclusiva, la investigación sobre nuevas estrategias de aprendizaje y su impacto dentro del aula. Nuestro mayor aporte es a través de una ciudadanía activa y propositiva, garante del cumplimiento del derecho de los niños a recibir una educación inclusiva, equitativa y de calidad.

El autor es egresado del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2019 y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación

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