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El fin de la pandemia: lecciones aprendidas

El fin de la pandemia: lecciones aprendidas
La cooperación internacional ha sido clave durante la pandemia en el mundo. Foto Pixabay

El surgimiento de la variante del ómicron y la reducción de los efectos agresivos del covid-19, unido al aumento de personas inmunizadas, ha llevado a los expertos en salud pública a opinar que el final de la pandemia se acerca. Luego de casi dos años de incuantificables pérdidas, este pronóstico es indudablemente alentador. Sin embargo, el ocaso de la pandemia de la Covid-19 es una oportunidad para reflexionar sobre las lecciones aprendidas en el campo político internacional, ya que esto nos permitirá enfrentar futuras crisis de forma menos traumática. En particular, esta es una oportunidad para conocer los desafíos del orden liberal internacional y cómo sus principios deben actualizarse para enfrentar los retos contemporáneos.

La pandemia de la Covid-19 demostró que la cooperación internacional es el vehículo más efectivo para enfrentar los problemas globales. Debido a la innegable interconexión de los miembros de la comunidad internacional, es extremadamente difícil resolver los problemas trasnacionales, como las pandemias mundiales o el cambio climático, desde un enfoque exclusivamente individual. Estos problemas deben solucionarse principalmente en el ámbito multilateral, por lo que, ahora más que nunca, las instituciones del liberalismo internacional deben ser respaldadas por los miembros de la comunidad internacional. Lógicamente, para ello hay que combatir el aislamiento internacional de algunos Estados, que ha ido ganando terreno últimamente.

En el campo de los derechos humanos, la pandemia demostró que las crisis pueden ser oportunidades para que los líderes autoritarios restrinjan las libertades individuales de forma ilimitada y sin controles. En este sentido, la lección más importante que dejó la pandemia con respecto a esta cuestión es que la suspensión de garantías fundamentales, tales como los derechos de circulación y asociación, debe utilizarse como último recurso y con sujeción a los controles democráticos establecidos en las constituciones de los respectivos Estados. Además, es esencial que en futuras crisis los parlamentos cumplan con su función de vigilar que estas medidas restrictivas estén debidamente justificadas, que cumplan con un elemento de temporalidad, pero sobre todo, que sean lo menos perjudicial para los derechos humanos.

La pandemia también puso de relieve la necesidad de armonizar el derecho a la salud y el derecho al consentimiento libre de quienes rechazan un tratamiento médico. ¿Hasta qué punto el Estado es internacionalmente responsable de que una persona no pueda disfrutar de un ambiente saludable debido a que un reducido grupo de personas se rehúsan a aplicarse una vacuna? ¿Es cierto que adoptar políticas públicas y privadas que niegan el acceso a determinados privilegios y servicios a las personas no vacunadas constituye una forma de discriminación moderna? Estas preguntas tendrán respuestas siempre que se interpreten ambos derechos de manera compatible, en la que el derecho a la salud coexista con el derecho a rehusarse a aplicarse una vacuna. Encontrar ese equilibrio es, sin embargo, un gran reto para los expertos en derechos humanos.

Finalmente, la pandemia dejó evidencia de la importancia de contar con gobiernos abiertos, en los que los ciudadanos puedan acceder a la información pública de modo transparente y oportuno. Cabe recordar que, al inicio de la pandemia, algunos Estados fueron acusados de supuestamente ocultar información que podía haber contribuido a prevenir el aumento de casos de Covid-19, o de comunicar esa información a la Organización Mundial de la Salud (OMS) fuera de plazo, contraviniendo el Reglamento Sanitario Internacional de la OMS. No se sabe si el hecho de compartir esa información habría contenido la pandemia, pero la gran lección es que no hay lugar para el secretismo en la actualidad, ya que la transparencia se convertirá gradualmente en uno de los pilares del nuevo orden liberal internacional.

El liberalismo es y seguirá siendo el mejor sistema político internacional. Sin embargo, es evidente que ha sufrido desgastes a través del tiempo, por lo que, como todo en esta vida, requiere ciertas transformaciones que permitan que sus instituciones se adapten a las demandas contemporáneas. Dependerá de los gobiernos y los ciudadanos decidir si afrontamos las futuras crisis con instituciones y normas inadecuadas o realizamos las transformaciones que requiere la comunidad internacional.

El autor es miembro de la Fundación Libertad


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