El mundo ha cambiado en tan solo dos años. La pandemia de Covid-19 ha sido trágica, un desastre que ha costado millones de vidas y que ha trastocado los cimientos de nuestra sociedad: la economía, salud y salud mental, la educación, el turismo, la política. Un escenario complejo que nos tomó por sorpresa y cuyas repercusiones continuarán en los próximos años, seguramente décadas.
Pero es precisamente este efecto cascada el que nos supone una oportunidad para replantearnos cómo afrontaremos el futuro. Las amenazas seguirán ocurriendo: fenómenos meteorológicos, exacerbados además por el cambio climático, nuevas pandemias, desplazamientos, terremotos, erupciones volcánicas, y un larguísimo etcétera. Lo único que podemos cambiar son cómo entendemos estos riesgos y cómo diseñamos, implementamos y financiamos planes y estrategias para reducir estos riesgos.
La reducción del riesgo de desastres muchas veces puede sonar como un concepto muy burocrático, lejano y ambiguo. Pero es la única manera que podremos construir un futuro más resiliente. No hay nada que afecte más al desarrollo de una comunidad, de un país, de un continente, del planeta entero, que un desastre. Y desde la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) hemos apoyado desde hace décadas las iniciativas, sean públicas o privadas, para justamente tejer esta resiliencia, que no es más que la capacidad para resistir, absorber, adaptarse, transformarse y recuperarse de manera oportuna y eficiente, y enfocada principalmente en los más vulnerables y en no dejar a nadie atrás.
Las Américas y el Caribe son una de las regiones más golpeadas por los desastres. El 53% de las pérdidas económicas mundiales por desastres provienen de este continente. Es por ello que, desde nuestra organización, existe un compromiso profundo y una participación cada vez más activa en apoyar a los países en el desarrollo e implementación de políticas, estrategias y planes, que reduzcan los impactos de los desastres en nuestras sociedades, tal y como lo propone el Marco de Sendai, un documento aprobado por 187 países en la Conferencia Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres que tuvo lugar en 2015 en Japón, y que pone las bases para lograr una civilización mucho más resiliente.
Así también, en el ámbito local, desde hace varios años, se ha fortalecido la creación de planes locales para la reducción del riesgo, mediante la iniciativa Construyendo Ciudades Resilientes 2030 (MCR2030, por sus siglas en inglés), que invita al desarrollo de la resiliencia urbana, un objetivo importantísimo, mucho más en nuestra región, donde más del 80% vive en áreas urbanas.
Nuestra región también es un ejemplo a seguir en términos de integración, multisectorialidad y comprensión del riesgo. A través del Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC) se ha construido una red robusta que no solo actúa para prevenir, reducir y gestionar los riesgos, sino también en los complejos procesos de recuperación.
Y ahora Panamá también nos acompaña en esta senda de resiliencia. Hace algunas semanas recibí la grata noticia que el Ministerio de Gobierno, encabezado por Janaina Tewaney, lideró la creación del Gabinete de Gestión Integral de Riesgos, apoyado por el presidente Laurentino Cortizo. Este Gabinete, que está formado por diversos Ministerios clave para el desarrollo en el país, permitirá entender mejor y desde la mirada de múltiples sectores, la interconexión de las posibles amenazas y diseñar acciones conjuntas que permitan reducir su impacto futuro. A través de este gabinete, se espera Panamá logrará establecer su política nacional para la reducción del riesgo de desastres y un plan estratégico a 2030 con este enfoque multisectorial.
Este gabinete será un ejemplo para la región: reafirma el compromiso de nuestro continente para reducir la mortalidad y las pérdidas de vidas y es una muestra de coordinación multisectorial con miras a integrar la reducción del riesgo de desastres en cada decisión del desarrollo del país, contando para ello con el apoyo de UNDRR, el Banco Mundial y otras organizaciones de Cooperación.
Es la única forma de enfrentar los riesgos si queremos un mejor futuro. En Cuentos de Navidad, de Charles Dickens, Ebenezer Scrooge conoce los fantasmas del pasado, el presente y el futuro, este último tétrico, así que decide cambiar su presente para cambiar su futuro. Esta es la encrucijada a la que nos enfrentamos. Recordemos los fantasmas de los desastres pasados, reflexionemos sobre ellos y caminemos todos juntos hacia un futuro resiliente y equitativo, hacia un futuro mejor.
La autora es Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres y jefa de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres

